La tierra en llamas, lejos de Wall Street

Las llamas nacidas de los negocios tienen complicidades: las sequías cada vez más extensas provocadas por el monocultivo, el cambio del clima generado por la matriz productiva agroindustrial, las olas de calor recurrentes y la tropicalización cada vez más pronunciada. El presidente niega la realidad y toca la campana en Wall Street.

Opiniones04/10/2024 Por Silvana Melo
La tierra en llamas, lejos de Wall Street

(APe).- El agronegocio, la minería, los intereses inmobiliarios y el cambio climático que acaba de negar el presidente desde el atril de Naciones Unidas –tan lejos del sufrimiento de la gente- son los responsables de que el corazón del país esté en llamas. Las lenguas de fuego son y serán el fondo, las espaldas implacables de Milei en Nueva York, de Caputo mientras contrae más deuda, de todos los funcionarios que avalan la maquinaria que incendia, la que niega el agua desde los despachos nacionales, la que desfinancia la ley de Manejo del Fuego del DNU/70, la que rige la vida bajo las leyes de mercado.
El gran incendio cordobés ya consumió más de 40.000 hectáreas, animales autóctonos, decenas de viviendas, miles de hectáreas de monte nativo preservado y pasa el tiempo y el gobierno nacional no declara la emergencia. Lejos de eso, están los principales ministros en Nueva York mientras el presidente abre la Bolsa con campana y martillo y sostiene que la Agenda 2030 “no es otra cosa que un programa de gobierno supranacional de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan contra la soberanía de los estados nación y violentan el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de las personas".
“Erradicar la pobreza, poner fin al hambre, lograr igualdad entre géneros, garantizar agua limpia y saneada, reducir las desigualdades en la sociedad y entre diferentes países, combatir el cambio climático”, son algunos de los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Inadmisibles para el hombre que desprecia a la vida en pos del déficit cero: a nueve meses de 2024 su gobierno apenas ejecutó un 25% del presupuesto para prevención de incendios y para la preservación de bosques nativos no se ejecutó más del 10% (Fundación Ambiente y Recursos Naturales).
Los incendios en el corazón del país no son desastres naturales. En el 95% de los casos son intencionales mucho más allá del asado del turista. Los hombres sorprendidos con bidones de nafta, justo cuando se preparaban para avivar las llamas que languidecían difícilmente fueran piromaníacos solitarios. Sin embargo, esos detalles concurrentes no se conocerán nunca. Las investigaciones judiciales suelen tener fronteras muy sólidas, en estos casos.
Las llamas nacidas de los negocios tienen complicidades valiosas: las sequías cada vez más extensas provocadas por el monocultivo, el agotamiento de la tierra, el cambio del clima generado por una matriz productiva agroindustrial arrasadora, las olas de calor recurrentes y profundas y la tropicalización cada vez más pronunciada. El inicio de incendios en semejante panorama es la cereza de un postre que indigestará por décadas.
Desde la Unidad de Coordinación de Pronóstico y Monitoreo del Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (SISSA) se analiza que “la sequía actual de Sudamérica es una de las sequías más importantes que ha sufrido la región, por su extensión temporal”. Este concepto abarca “el centro de la Argentina, incluyendo Córdoba y San Luis”.  El programa de Naciones Unidas para Medio Ambiente prevé incendios extremos un 14% más graves para 2030 y en aumento un 30% para 2050.
El cambio del clima es calor. El calor seca la vegetación, enciende cualquier chispa, abre los caminos de hoy para la riqueza concentrada y condena la vida a una agonía cercana.
Mientras el poder berreta y efímero baja el martillo y toca la campana en Wall Street.

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