La historia de Morteros, en la contundente verdad de sus actas fundacionales

Acercándonos a la lectura18/08/2022Redacción RegionalisimoRedacción Regionalisimo
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Acercándonos a la lectura                                                                                 Por Mirta BaraleMirta Barale


Sumamente interesante la tarea realizada por Esperanza Chiapero en este libro. La autora se toma el trabajo de hacer un cuidadoso resumen de las actas de las reuniones de los integrantes del Concejo Municipal, de los primeros años, y de los integrantes del Honorable Concejo Deliberante (H.C.D.), después de la elección del primer intendente, Don Alberto In’Aebnit, en 1899.
El primer libro de actas existente es del año 1898, con el Acta N°1.  En  algunos períodos hay confusiones por la discontinuidad e inexistencia de estos documentos, y por la numeración de los libros, por ejemplo, falta el Libro 3 y aparecen dos libros números 5. La autora opta por cerrar su investigación con el acta número 501, del mes de abril de 1964. 
Cabe acotar que el comentario de cada libro de actas, marca el inicio de una nueva parte de este texto- siete, en total-, cada una de ellas ilustrada con la fotografía de dicho libro, y otra de la primera de las actas contenidas. El texto se abre con agradecimientos, un Prólogo y otros breves comentarios aclaratorios y opiniones de la autora sobre  lo que ella encontró, y los escritos faltantes. Aunque la actitud inteligente de la misma, consiste en colocar el contenido de estos documento, sin comentarios, dejando que el lector piense libremente y saque sus propias conclusiones sobre la interesantísima información que  va brindando la lectura.
    ¿Qué tenemos aquí? Nada más y nada menos que la historia viva y cotidiana de Morteros. De cómo, quien fuera primero una simple «villa» y luego un pueblo, se convirtiera, al final, en una reconocida y arrolladora ciudad del noreste cordobés, objetivo logrado –según consta en actas- solamente por el esfuerzo de sus ciudadanos, con sus virtudes y miserias, con sus riquezas y pobrezas, pero con la nula ayuda económica de autoridades provinciales, menos aún, nacionales. Morteros fue el fruto del trabajo de su gente, nada más.
La lectura, por demás interesante y amena, resulta por momentos divertida cuando nos detenemos, por ejemplo, en las molestias que aquejaban a los habitantes de Morteros en aquellas épocas. Pero, por otra parte, vemos que hay situaciones que siguen existiendo en la actualidad y nadie logró ni logra solucionar. Veamos. Ya en el año 1900 había problemas con los perros sueltos en las calles. Lo mismo que con la irresponsabilidad de los conductores de los primeros vehículos, lo que obligó a imponer una velocidad máxima de ¡10  km. por hora!, en el año 14.  Denuncias de ruidos y alcoholismo en fiestas de casas particulares. «Pasquines inmorales sobre personas del pueblo, ensucian coches y rompen una pirámide conmemorativa en la plaza» Todas estas quejas se seguirán repitiendo en años posteriores,…¿hasta la actualidad?...
Hay otras curiosidades muy llamativas. Ya en 1899 existía una «casa de tolerancia» (prostíbulo), detalladamente controlada y reglamentada. Con una restricción sorprendente impuesta en 1920 por una ordenanza: las prostitutas solamente podrían circular por el pueblo un día a la semana.
Así como un intendente donará su sueldo por un año, dada la desastrosa situación financiera del municipio, por otra parte, se denunciaban los primero hechos de corrupción. Otro intendente y secretarios, cobraban el doble de lo que les había asignado el Concejo Deliberante. Al ser descubiertos, se negaron a devolver lo robado. En 1903 se detectaron irregularidades en el pago de obras, pero el responsable ya había huido a Europa. El dinero de la venta de una rifa de una volanta, desapareció; que la tenía Fulano, que la tenía Mengano, pero la plata se había esfumado.
Las intrigas políticas y rencillas entre las autoridades, los políticos y los funcionarios  fueron moneda corriente en todas las épocas. Están claramente detalladas, con sus denuncias y acusaciones. Ya en 1900, una «caliente» sesión en la que se acusaba a un secretario de chismoso, negligente y rebelde, el mismo, hombres de armas tomar, se había llevado un grupo de parientes y amigos que lo vivaban desde la barra, y tuvieron que ser desalojados por la policía.
El bienestar de la población era el cometido  principal de intendentes y concejales. En 1899 se contrató al primer Médico Municipal;  más adelante, se creó un fondo para la atención de cualquier epidemia; se impusieron campañas de vacunación, se hicieron cargo de la salud de «los pobres de solemnidad». Ante las graves crisis económicas (¿hoy, nos suena?), repartían pan y carne a los más humildes.  Llamativo: el precio de la carne y el pan era fijado por el H.C.D.
La educación y la cultura tuvieron prioridad desde antes de la confección de la primera acta en 1898. Se sabe que existían escuelas para niñas y niños, por separado. En la capilla de Beiro se impartía religión y en su atrio, se realizaban las votaciones. En 1900 se menciona una compañía de teatro, «Fantoche». Se organizó un censo. Para 1907 ya se impartían, también, clases nocturnas. Toda la educación fue solventada por la comunidad y el pago de impuestos: sueldos docentes y alquileres de  edificios y casas. Existió un grupo cultural que organizaba fiestas y actos, llamado «La Lira del Norte».
El periodismo, insidioso y denunciante, ya acosaba a las autoridades y sus yerros desde 1901. Pero se trasluce, siempre, respeto irrestricto por la libertad de prensa.
    En 1908, Morteros ya era un pueblo muy completo. En una de las actas, se fijaron los impuestos para los negocios y ahí se van nombrado los diferentes rubros existentes. Para 1920, ya era, casi, una mini ciudad. Llena de comercios de todo tipo, con teléfonos, electricidad en la vía pública y en las casas, desde hacía varios años; con automóviles y motocicletas que con sus «altas velocidades» despertaban las quejas de los vecinos.
Morteros se hizo «a pulmón», como suele decirse. Aquí está documentado, en este  libro coral, ya que presenta las discusiones, opiniones y resoluciones de muchas voces, las voces de los representantes del pueblo que hablaban con su misma voz, y trataban los problemas que la gente presentaba. Por todo esto y mucho más, creo que es un libro imprescindible para quienes quieran conocer de qué manera se fue formando la ciudad que hoy habitamos. No tiene el lenguaje árido de los documentos oficiales, aunque los complementa, es la historia contada con el lenguaje cotidiano de la calle, por lo que resulta emotivamente atractivo y doblemente interesante.
Excelente, muy necesario, irremplazable y oportuno el trabajo de Esperanza Chiapero en este libro impecable.

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