Crucifixión de Cristo: ¿por qué fue condenado Jesús de Nazaret?

Investigaciones sobre la historia de la vida de Jesús dan cuenta de que para las autoridades romanas de Judea, Jesús era un personaje subversivo y su condena probablemente se trató de una cuestión de castigo ejemplar, ya que fue acusado de sedición contra Roma. Pero las autoridades romanas y los sacerdotes de Jerusalén no imaginaban el impacto que tendría.

Sociedad18/04/2025Redacción RegionalisimoRedacción Regionalisimo
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Según el periodista especilizado en historia y paleontología, Abel G. M., el principal problema a la hora de tratar la vida del Jesús histórico es que no existen fuentes primarias. Los primeros textos sobre él son, por una parte, los Evangelios y otras fuentes del Nuevo Testamento -escritas con posterioridad y con una intencionalidad religiosa- y, por otra, menciones de autores romanos como Flavio Josefo que no llegaron a conocerlo.

Considerando lo que se sabe acerca de la sociedad judía del siglo I y de la situación política de Judea en aquellos momentos, se puede afirmar con bastante seguridad que hubo un hombre al que llamamos Jesús y que fue condenado a muerte. Pero las autoridades romanas y los sacerdotes de Jerusalén probablemente no imaginaban el impacto que tendría: para ellos se trataba de dar un castigo ejemplar al que, a sus ojos, era un personaje subversivo y peligroso.

Que Jesús fue condenado por delitos relacionados con desórdenes públicos se puede deducir del método de ejecución elegido. La crucifixión era un castigo que se aplicaba a los esclavos y a los criminales, incluyendo a los rebeldes y sediciosos, y solo las autoridades romanas -en este caso, el prefecto Poncio Pilato- tenían potestad para ejecutarla. Y aunque la religión sin duda tuvo que ver en ella, es probable que ese no fuera el motivo de la condena: para los falsos profetas la condena era la lapidación y esta era ejecutada por los propios judíos, en tanto que se trataba de una cuestión religiosa.

Para las autoridades romanas y los sacerdotes de Jerusalén, se trataba de dar un castigo ejemplar al que a sus ojos era un personaje subversivo y peligroso.

Para el historiador y antropólogo Ariel Horovitz, la prueba más contundente de la veracidad histórica de Jesús son los evangelios: «Si hubiesen querido inventar un dios, lo habrían hecho con megapoderes y un final feliz. No lo hubiesen crucificado, humillado”.

Horovitz remarca que la condena fue romana, no judía. A Jesús se lo acusó de sedición contra Roma. “Muchos dirán: ‘¿cómo es eso? ¿No era por blasfemia?‘. No. A Jesús lo condena Roma. Lo ejecuta Roma con métodos romanos de ejecución”. La inscripción sobre la cruz -INRI, “Jesús el Nazareno, rey de los judíos” – era el cartel que colocaban los romanos para señalar la causa del castigo. “En la época de Roma no podía haber otro rey que no sea el César. Que Jesús se haga llamar Hijo de Dios era una provocación. A oídos romanos, el Hijo de Dios es el César. Jesús agitaba, fue al templo, volcó las mesas de los mercaderes. Eso era una provocación que Roma no estaba dispuesta a tolerar”.

Abel G. M. también señala que Judea, convertida en provincia romana solo tres décadas antes, era un polvorín a punto de explotar, especialmente en los períodos de festividades religiosas, cuando se concentraba una gran cantidad de gente en las ciudades. Una de las celebraciones más importantes del calendario hebreo es la de Pésaj -conocida también como la Pascua judía-, que conmemora la liberación de Egipto y que estaba a punto de celebrarse cuando Jesús entró en Jerusalén. A los ojos del prefecto, cualquier alteración del orden público en un momento tan cargado de simbolismo -la conquista de la libertad del pueblo judío- debía ser inmediatamente suprimida.

Las figuras mesiánicas, como Jesús o su maestro Juan el Bautista, representaban además un problema añadido para Roma: el reino de Israel había sido una monarquía teocrática, por lo que la aparición de este tipo de líderes religiosos podía estimular una revuelta contra la propia ocupación romana. Además, en una concepción monoteísta, el Imperio Romano era una sociedad idólatra que entraba en directa oposición con la proclamación que hacía Jesús del “reino de Dios”.

Poncio Pilato es descrito como “un hombre de carácter inflexible y duro” y se sabe que no le temblaba la mano a la hora de condenar a quienes amenazaran el poder imperial romano, a quien representaba. “Roma tenía dos intereses en Judea: cobrar impuestos y mantener el orden. No les interesaba si los judíos rezaban a Dios o a quien fuera. Paguen impuestos y mantengan el orden. Jesús agitaba esas dos cuestiones. Entonces, es otro candidato”, apunta Horovitz. 

Una amenaza para los sacerdotes

Para los sacerdotes judíos y, en particular, para el Sumo Sacerdote Caifás, Jesús representaba también un problema. Durante la mayoría de su vida predicó en Galilea -la zona norte de la provincia de Judea- y no representó una molestia, pero su llegada a Jerusalén junto con un nutrido grupo de seguidores cambiaba las cosas.

Jesús suponía un doble peligro no solo por sus críticas a ciertas conductas de los sacerdotes, sino por el miedo a que desencadenara una revuelta que fuera sofocada por los romanos en un baño de sangre. En particular, el episodio de la expulsión de los mercaderes del templo habría sido el detonante para que el Sanedrín -el consejo de rabinos con funciones de juez- viera en Jesús un peligroso agitador de masas y juzgara conveniente denunciarlo ante las autoridades romanas, que tenían la potestad en cuestiones de orden público.

Poncio Pilato es descrito por el filósofo Filón de Alejandría como “un hombre de carácter inflexible y duro, sin ninguna consideración” y se sabe que no le temblaba la mano a la hora de condenar a quienes pudieran suponer una amenaza para el poder romano. De hecho, además de Jesús, tuvo que lidiar con otros personajes bastante más peligrosos que habían arengado abiertamente a las masas para que se rebelaran contra Roma, por lo que no debió de tener demasiados reparos en deshacerse de aquel predicador.

Sin embargo, Horovitz cuestion lo que afirman algunos evangelios. ¿Podían los sacerdotes haber condenado a muerte a Jesús? “En el Evangelio de Juan dicen que los sacerdotes dijeron: ‘No nos está permitido condenar a muerte’. Eso es históricamente incorrecto. En el Nuevo Testamento está el caso de Esteban, apedreado por el Sanedrín. Y Flavio Josefo cuenta que el hermano de Jesús fue condenado a muerte por el Sanedrín”.

Pero señala que el método de ejecución es clave para identificar quienes fueron los que lo sentenciaron. “El apedreamiento era una pena judía. La crucifixión era 100% romana. La falta de Jesús fue una falta a la ley romana, no a la judía. En la cruz no le pusieron ‘blasfemo’, le pusieron ‘Jesús Nazareno, Rey de los judíos’”.

Para Horovitz la crucifixión se trata de un crimen político contra un hombre que desafaiba el orden establecido por el Imperio Romano.

Fuentes interesadas

Aunque los sacerdotes ciertamente tuvieron responsabilidad en la muerte de Jesús, los Evangelios intencionadamente cargan las culpas sobre ellos y presentan a Poncio Pilatos como el mero ejecutor de una sentencia ya decidida, lo cual no es coherente con lo que sabemos acerca del carácter del personaje y las responsabilidades que pesaban sobre él: como representante de Roma en Judea, era su obligación garantizar el orden y, por otra parte, no tenía motivos para ser clemente con Jesús.

A los autores cristianos les interesaba convertir a un público romano, por lo que presentar a su propio pueblo como culpable de la ejecución de Jesús no era conveniente.

La responsabilidad atribuida mayoritariamente a los judíos debe entenderse en el contexto de evangelización: a los autores cristianos les interesaba convertir a un público romano, por lo que presentar a su propio pueblo como culpable de la ejecución de Jesús no era conveniente. Los judíos, en cambio, eran un buen chivo expiatorio: la singularidad de sus costumbres los convertía en un cuerpo extraño dentro del Imperio y, por otra parte, muchos judíos se negaban a considerar a Jesús como el rey-mesías que anunciaba su tradición. Además, en Egipto, donde se formaron las primeras comunidades cristianas, existía ya un sentimiento antisemita que reforzó esta idea.

La elaboración de los Evangelios, en cuanto obras de proselitismo religioso, enfatiza el carácter místico de la muerte de Jesús. Sin embargo, quienes la propiciaron, ordenaron y llevaron a cabo no podían imaginar la trascendencia que tendría: para ellos, muy probablemente, se trató de ejecutar a un alborotador más.

 Fuentes: Abel G.M, periodista especializado en historia, paleontología y mascotas para la National Geographic/Entrevista a Ariel Horovitz en Fuente Latina.

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