
Una componente simbólicamente potente del electorado del Presidente de los Pies de Ninfa está compuesta por jóvenes que casi no tienen recuerdos de los doce años kirchneristas.
Nadie más lejano que Milei al hombre común, al que asedia la verdadera casta. Lo que aleja definitivamente al padre de Conan del hombre común es el sector que lo financia y al que ha enriquecido en este primer año de gobierno.
Opiniones17/01/2025 Por Sebastián FernándezEn diciembre de 1944, cinco meses antes de que Benito Mussolini fuera ejecutado por los partisanos comunistas y las fuerzas alemanas se rindieran en Italia, el dramaturgo Guglielmo Giannini fundó el semanario “El Hombre Común” (L'Uomo Qualunque). Su pluma satírica denostaba a la clase política en su conjunto, pero su odio se concentraba en quienes consideraba bolcheviques. Los insultos contra la casta, para utilizar un término de nuestra época, se acompañaban de slogans contundentes, como “¡Abajo todos!” (expresión que recuerda el “¡Que se vayan todos!” de diciembre del 2001).
El abuelo de Mauricio Macri, “el escritor, político y empresario de familia calabresa Giorgio Macrì”, fue uno de los fundadores del Fronte dell'Uomo Qualunque. El propio ex Presidente lo ha mencionado más de una vez: Macri, un meritócrata que tomó la precaución de nacer rico, siempre buscó pasar por un ciudadano común, con gustos populares e, incluso, sin demasiadas luces. Un tipo como cualquier otro, que sólo busca hacer el bien, alejado de cualquier ideología. Con la ayuda del consultor político Jaime Durán Barba consiguió crear una fuerza política que llevó como estandarte la antipolítica amable y que logró algo notable: que la Argentina fuera atendida por sus propios dueños. El sujeto que buscó representar fue “la gente” o incluso “el vecino”, es decir, un ciudadano despolitizado al que le ofreció “el mejor equipo de los últimos 50 años” para resolver los problemas generados por “la política” o “el populismo”. Dos significantes vacíos de pura negatividad, para retomar un concepto de Ernesto Laclau, espantapájaros conceptuales que sirven para reafirmar un espacio político en base al rechazo común.
En la cadena nacional que ofreció para felicitarse por dirigir “el mejor gobierno de la historia”, el Presidente de los Pies de Ninfa retomó el mismo tópico de la defensa de la gente común, asediada por una casta que llamó esta vez el “partido del Estado”: “Esto explica que periodistas, sindicatos, organizaciones sociales y políticos de todos los colores, que hasta hace poco se sacaban los ojos, se hayan unido en defensa del statu quo, como si pertenecieran a un mismo partido: el partido del Estado. (...) Llaman a sus privilegios derechos adquiridos, casi como si fueran una especie de nobleza con derecho divino de vivir a costa de la sociedad. Nosotros vinimos a desmontar ese sistema de raíz; vinimos a terminar con el régimen de privilegios que convirtió a los argentinos de bien en ciudadanos de segunda. Llegó la hora del hombre común”.
Como Macri, Milei también usa el viejo truco que consiste en transformar derechos en privilegios que es virtuoso eliminar. Los medicamentos gratuitos para jubilados o pacientes oncológicos, las políticas de prevención de la violencia de género, el apoyo desde el Estado a la creación artística o a la investigación científica, el impulso a la industria o incluso la obra pública, entre muchas otras iniciativas políticas, son asimiladas a curros pergeñados por los políticos sobre las espaldas de las mayorías manipuladas.
Que los principales beneficiarios de dichas políticas públicas sean, justamente, las mayorías, es una realidad que nuestro establishment busca ocultar, no sin cierto éxito. El ciudadano de clase media que exige reducir el “gasto público” (es decir, disminuir los recursos públicos que lo tienen como principal beneficiario) es el mejor ejemplo de dicho éxito.
En realidad, resulta difícil imaginar a alguien más alejado del hombre común que el Presidente de los Pies de Ninfa. No sólo por los aspectos desquiciados del personaje que ha construido con el apoyo de los medios: sus desbordes emocionales, la violencia explícita, las alusiones sexuales siempre relacionadas a abusos o el rechazo a cualquier opinión que contradiga sus alucinaciones. En efecto, cuesta imaginar al hombre de la calle reflejado en esa psiquis lábil; pero lo que aleja definitivamente al padre de Conan del hombre común es el sector que lo financia y al que ha enriquecido en este primer año de gobierno.
El verdadero hombre común, el asalariado o el jubilado, gana menos que hace un año en términos reales y paga más por las tarifas de servicios, el transporte público o incluso por los alimentos y los remedios que consume. El pequeño comerciante que depende del mercado interno vio su facturación caer en picada mientras que sus costos aumentaron de manera exponencial. Por su lado, las pymes industriales deben competir con empresas de otras latitudes que tienen acceso a crédito barato y a ayudas estatales, de las que carecen acá.
A diferencia de Donald Trump, que se jacta de defender la producción norteamericana frente a la competencia externa, que califica de abusiva, Milei se vanagloria de la quiebra de empresas argentinas, que considera ineficientes. Ocurre que nuestros falsos liberales denuncian todas las políticas proteccionistas, salvo las que aplica el resto del mundo. Como Giannini, el gobierno repite el relato de una casta política que sojuzga a las mayorías a través de una presión fiscal tan alta como, en nuestra caso, imaginaria.
En realidad, la única casta del país está de fiesta gracias a los “administradores eficaces” que ocupan los ministerios y responden a sus intereses. Para comprobarlo alcanza con chequear los balances de las happy few, las grandes empresas que aplauden un modelo que impulsa la fuga, desregula precios y tarifas, pero pisa los salarios. Es la fiesta que pagará una vez más el hombre común, cuando, inevitablemente, todo vuele por el aire, como ocurrió en los últimos cincuenta años cada vez que la Argentina siguió el manual neoliberal.
Cuando ese día llegue, será importante recordar quiénes hicieron posible el saqueo y quiénes fueron sus beneficiarios; es decir, identificar a los titiriteros antes que concentrar la furia en el títere, a quien sus propios mandantes asignarán la responsabilidad del desastre y arrojarán al basural de la historia. Nos explicarán que Milei era un desquiciado que hablaba con los perros muertos; como nos contaron antes que Carlos Menem era corrupto, Fernando De la Rúa un inútil y Mauricio Macri un vago. Nos ofrecerán entonces un nuevo títere –sin perros imaginarios, ni desbordes emocionales– pero con el mismo manual de miseria planificada.
Porque si algo hemos aprendido en estos años es que no es el modelo que se equivoca: es la realidad que falla. (Extractado de El Cohete a la Luna)
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