Crónicas del calor extremo, la tierra seca y sus verdugos

Las olas de calor y la sequía extrema son obra y gracia del extractivismo, botón ilustre del capitalismo. La política es cómplice y el campo industrial se vuelve mano ejecutora. Poder en las sombras, en realidad. O no tanto.

Opiniones02/02/2023 Silvana Melo
sequia

(APe).- Olas de calor y sequía extrema. Enero de 2023. La Mesa de Enlace impreca al gobierno. Con más o menos virulencia, se planta ante el eventual poder político. El campo industrial, el que sobrecultiva, el que agrotoxica, el que genera fuego, el que transgenetiza y desmonta por interés individual y propio, dispone que es la política ocasional la responsable de su penuria. Las olas de calor y la sequía extrema son obra y gracia del extractivismo, botón ilustre del capitalismo. La política es cómplice y el campo industrial se vuelve mano ejecutora. Poder en las sombras, en realidad. O no tanto.
El 70 % del territorio argentino es tierra seca. Fuentes oficiales. Con una ayudita de sus amigos, como La Niña y El Niño –paradoja meteorológica hacer responsable a la infancia de tantos males-, la brutal deforestación, la expansión de la frontera agraria, el uso de agua dulce indiscriminada por la agricultura y la megaminería, el monocultivo, la producción intencional de incendios y las hambres enfermas por la obtención de divisas denigran la vida. Literalmente.
Analizó la World Weather Attribution (WWA): la ola de calor insólita de principios de diciembre en esta tierra fue el 60% más probable y 1,4 grados más caliente gracias a “la acción humana”. Es decir, a quienes desesperan hoy por la penuria de la sequía. Entre otros. A los que exigen planes especiales pero no son planeros.
Los humedales bajo fuego y la Mesa de Enlace enterrando el proyecto de Ley de Humedales en el Congreso. Con un comunicado público donde aseguraban que no hacía falta. Y la política obediente condenando a la ley al destino de cajón. El uso del suelo y su agonía a escala industrial no tiene sanción ni represión.
En menos de 25 años habrá refugiados ambientales en el planeta. Unos 135 millones de personas se habrán desplazado por la sequía y la desertificación de sus territorios. La falta de agua genera muerte. 1800 millones de personas en el mundo vivirá escasez absoluta de agua, en apenas dos años más.
En estos pies de América latina millones de hectáreas de bosques y selva nativos han sucumbido bajo la topadora de la expansión de la frontera agropecuaria. A sierra y fuego. El incendio irracional en Amazonas en tiempos de Bolsonaro fue la chispa que la política horrible aporta a las facciones extractivas. Capitalismo en la peor de sus caras.
La brutalidad productiva –que ataca la sequía con el trigo transgénico HB4- baja de su sitial mágico al proceso de las lluvias en América Latina: el fenómeno de los ríos voladores. El agua descolgada del cielo que hace caudaloso al Río Paraná, el agua responsable de la exuberancia de la selva misionera, es producto de los ríos aéreos.
Este maravilloso camino comienza cuando el calor ecuatorial evapora sectores del océano. La cuenca amazónica libera a la atmósfera unos 20 millones de toneladas de agua por día en estado gaseoso. Es decir, en modo vapor. Cuando llega a cierta altura, el vapor se enfría. Nacen las nubes que son arrastradas por los vientos y las hacen chocar contra la cordillera. Con la colisión estallan y llueven en gran parte de la América del Sur.
Deforestar la Amazonia, quemarla, hacharla, abrirla para la siembra es riqueza ocasional para el privilegio. Y una tragedia transversal para el subcontinente.
La lluvia no se ausenta por pereza ni por las niñeces apuntadas. El calor no avanza en rojo por los mapas por un cambio climático del que nadie se hace cargo. La biodiversidad –incluso la gente- se muere porque caen los árboles, la tierra se agota y las canillas del agua se cierran por el sistema productivo que se lleva los triunfos a costa de la vida y no tolera ninguna derrota consecuencia del capitalismo extractivo. Esa película que protagoniza. Del lado de los victimarios.

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