
Una componente simbólicamente potente del electorado del Presidente de los Pies de Ninfa está compuesta por jóvenes que casi no tienen recuerdos de los doce años kirchneristas.
Son los acuerdos a largo plazo los que permiten rearmar la necesaria organización del Movimiento Nacional y Popular, hilvanando los sectores dispersos, que han construido identidad por años, que tienen caminos recorridos de luchas y despliegues que no se diluirán en otras propuestas, pero pueden acceder a ser parte de la mesa de decisiones de un movimiento que ha sido fragmentado y necesita rehacerse e institucionalizarse.
El enemigo ha logrado frivolizar la política, haciendo superficial y táctica la comprensión masiva de la realidad, con una catarata mediática diaria, que conlleva su propia agenda, que es repetida por una militancia que ha entrado en la discusión “amor/odio”, eje de la propuesta de quienes intentan borrar identidades nacionales y memorias colectivas.
Eso se llama colonización, tanto cultural como económica e institucional, estableciendo una relación natural opresor/oprimido que se prolonga en el tiempo, inundando la nuevas generaciones que lo viven como normalidad.
Repetir la agenda del enemigo la amplía, a la vez que oculta la agenda propia, propositiva y constructiva que queda en las sombras de la información.
Sucede que los medios dejaron de ser de comunicación y son parte de la disputa del poder. En ese marco, su habitualidad es la mentira, la tergiversación, la manipulación y el ocultamiento de la realidad, que impactan en el espacio simbólico de la conciencia colectiva del pueblo, desviando el eje de la información hacia sus propios intereses.
El enemigo, categoría poco aceptada en lo “políticamente correcto”, es, sin embargo, fácilmente detectable como tal a diferencia de los adversarios políticos, que desde otra visión tienen mirada de Patria.
Quienes aceptan ser conducidos y financiados por intereses extranjeros, proponiendo la entrega de las islas Malvinas y la Patagonia Austral, la destrucción de los sistemas solidarios previsionales y de salud junto a la educación pública, eliminar los derechos laborales y promover el modelo agroexportador primarizado, con una economía dependiente, que produce pérdida de soberanía política a través del endeudamiento sin límites, no puede ser considerado compatriota.
Ese es el enemigo identificado hoy en personajes emblemáticos de PRO/Cambiemos.
Entonces la denuncia de la colonización no es un ejercicio abstracto e intelectual de análisis político, es una realidad palpable que no se logra visualizar por la acción coordinada mediática, que sólo muestra las fotos de los acontecimientos sin revelar la película de los hechos que la contextualizan.
Esa mirada desde lo satelital antes que el ojo de la cerradura, es la que nos permite ir desde la política internacional a la situación local, en un análisis que necesariamente debe llegar al barrio, la empresa, el territorio o el lugar donde se milite.
Sin ese análisis, panorámico y profundo, las herramientas de la lucha política se adelgazan y el discurso se debilita.
Evitar la penetración colonial en todos los aspectos políticos, económicos e institucionales es lo que llamamos la batalla cultural, que es un proceso de lucha, no de acompañamiento de cuestiones que en el tiempo se van naturalizando.
A veces encontramos que los términos de lucha o batalla no se aceptan en la militancia porque la especulación de las conducciones no rompe los puentes de la perversión metodológica, en especial electoralista, que ha impregnado el quehacer político.
Sin dudas no es generalizada la especulación, pero a la hora de las definiciones se repiten los esquemas que nos han llevado a esta situación fragmentada, enterrando en parte las utopías militantes, motores necesarios y vitales en el camino de la construcción de una Comunidad Organizada en pos del modelo social y productivo solidario y biocéntrico, con soberanía política, que el peronismo tiene como objetivo estratégico.
La colonización institucional pretende instalar la gestión como administración de la realidad.
No es así para los militantes del Movimiento Nacional, ya que llegamos al gobierno para cambiar la realidad injusta, por un modelo más justo.
No estamos para administrar la pobreza, estamos para derrotarla. Ésa es nuestra concepción de la militancia que cuando llega al Estado, es para ser disrruptivos, transformadores en lo estructural que debe confrontar con una realidad consolidada por el enemigo, a través de décadas de construcción del modelo de dependencia.
La gestión del Estado sin ideología es tan vacía como el ideologismo sin gestión, porque cuando suceden parálisis determinadas en el Estado, por mecanismos de miedo, disciplina extrema, por especulación político electoral, por permanecer en el lugar de trabajo aunque llegue el enemigo, entonces el que sufre las consecuencias es el conjunto del Pueblo, que se queda sin respuestas del único lugar del cual lo pueden recibir: el Estado al servicio de todos los argentinos sin distinción.
Es oportuno y necesario recordar que “Los más infelices serán los más privilegiados” disparo Artigas en el Congreso de los Pueblos Libres de 1815.
El enemigo pretende eliminar las concepciones de Patria Grande en primer lugar, por lo cual boicotea y destruye la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) como en pasado reciente la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), como su primer objetivo estratégico, para impedir la conformación del bloque y las inversiones Chinas y rusas en la región.
Pero además produce el deterioro democrático al imponer a la Corte Suprema de Justicia como control absoluto del funcionamiento de la misma, paralizando al ejecutivo y parlamentario, porque es la herramienta del sometimiento social, de impedir cualquier modificación de su estructura.
Esas son las dos pinzas el coloniaje orientadas para la secesión de la Patagonia Austral, objetivo estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) para el Atlántico Sur, hacia Antártida, Mar territorial y pasos interoceánicos.
Como estamos bajo ataque golpista en la región, los esfuerzos militantes no pueden dispersarse en cuestiones secundarias, mucho menos en el canibalismo interno, preludio electoral, ni en sectarismos excluyentes que impidan la ampliación del Movimiento Nacional.
La diferencia entre un gobierno amigo y uno enemigo, es que el primero no persigue, no entrega la Patria, no excluye a las mayorías populares, no conculca derechos aunque tenga muchas fallas como en la actualidad. El enemigo persigue y mata, entrega la Patria y amputa derechos sociales y laborales.
El desafío es entonces encaminar los esfuerzos dispersos en caminos comunes en lo estratégico, que se desplieguen de acuerdo a sus propias realidades de construcción política, pero hacia ese modelo común solidario que nos proponemos como objetivo doctrinario, de un Pueblo feliz en una Patria Grande.
La formación de militantes es la tarea principal de la etapa, al mismo tiempo que se institucionalice el Movimiento Nacional sobre la base doctrinaria filosófica peronista, que en la construcción de la Comunidad Organizada permita desplegar a futuro, la consolidación del Proyecto Nacional y Popular de una Patria Grande soberana y justa, integrada con los Pueblos hermanos en ese bloque que desde 1974 viene anunciando el peronismo.
No es otra cosa que el Modelo Argentino para un Proyecto Nacional que logró coronar en la conformación de la Unasur, desarmado por el enemigo instrumentado por el Grupo de Lima, consolidado y financiado por el coloniaje y, lógicamente, asistido por lacayos locales.
(*) Médico sanitarista y dirigente peronista
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