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El Inti Raymi, o Fiesta del Sol, es una celebración ancestral de origen incaico que se celebra cada solsticio de invierno en el hemisferio sur. La fiesta cuenta con varias jornadas de festejo, pero el día ancestral más relevante se celebra el 21 de junio. En Perú se la hace coincidir con la fiesta de San Juan, el 24 de junio
Sociedad21/06/2024
Redacción Regionalisimo
Esta festividad honra al dios Sol, Inti, y agradece a la Pacha Mama (Madre Tierra) por las cosechas. La celebración tiene profundas raíces en las culturas andinas y se extiende por varios países de la región, incluyendo Ecuador, Perú y Bolivia. En Ecuador, la sede del festejo será Ingapirca, en la provincia de Cañar, en el austro ecuatoriano.
El Inti Raymi tiene sus orígenes en la antigua civilización incaica, donde el sol era considerado una deidad principal. El Inti Raymi no solo marca el inicio de un nuevo ciclo agrícola, sino que también simboliza la conexión entre los seres
El Inti Raymi fue instituido por el inca Pachacútec en la década de 1430, como parte de su reorganización político-administrativa.
Inti Raymi significaba que el dios Sol renacía para dar inicio a un nuevo ciclo anual, el «tiempo circular inca», así como el origen mítico del Inca, quien fue enviado por el Sol, como dios ordenador de las acciones de las poblaciones del antiguo mundo. Su celebración duraba 15 días, en los cuales había danzas, ceremonias y sacrificios.
Los invasores españoles en 1572, prohibieron esta fiesta, junto con las demás celebraciones por considerarla una ceremonia pagana y contraria a la fe católica. Se siguió realizando de manera clandestina, como protesta a la "extirpación de idolatrías".
En 1944 la ceremonia político-religiosa fue reconstruida como parte de los atractivos turístico de Perú, pasando a ser una festividad que combina elementos de la cultura andina y el sincretismo religioso introducido durante la invasión española. La celebración ha evolucionado con el tiempo, integrando aspectos de la modernidad sin perder su esencia ancestral.
Cada año, el Inti Raymi se celebra con una serie de actividades culturales y rituales que incluyen ceremonias ancestrales, danzas, música tradicional y la pampamesa, que es un banquete comunitario en el que se comparten alimentos típicos de la región como maíz, papa, melloco, y cuy, acompañados de la tradicional chicha, una bebida fermentada tradicional de las culturas indígenas andinas y amazónicas de Latinoamérica. El Aya Uma, un personaje central de la celebración, desempeña un papel crucial al conectar a los participantes con el cosmos a través de danzas y rituales.
El Aya Uma, o Diablo Huma, simboliza la dualidad del cosmos y es considerado el guardián del orden cósmico durante el Inti Raymi. Su máscara de dos caras representa el bien y el mal, el sol y la luna, y otros elementos duales de la naturaleza. Este personaje participa en baños de purificación y renovación de energías bajo cascadas y ríos sagrados, un acto que refleja la importancia de la naturaleza en la cosmovisión andina.
En algunos rituales, el Aya Uma realiza actos de purificación y renovación bajo cascadas o cuerpos de agua, reforzando su papel como protector contra las malas energías. Este personaje también representa el sincretismo entre las tradiciones indígenas y las influencias externas, especialmente las introducidas durante la colonización española. Aunque los colonizadores intentaron desacreditar y prohibir estas figuras tradicionales, el Aya Uma ha perdurado a lo largo de los siglos y sigue siendo un símbolo de la resistencia y la identidad cultural andina.
En la época de los incas, esta ceremonia se realizaba en la plaza Huacaypata (hoy Plaza Mayor del Cusco), con la asistencia de la totalidad de la población de la urbe, aproximadamente unas cien mil personas. Los curacas (que visitaban al Cusco por el Inti Raymi), porque no eran de la sangre real, se ponían en otra plaza apegada la principal que llaman Cusipata, (mientras los orejones, nobles incas de sangre real, estaban en la plaza Huacaypata, y solo eran invitados por breves espacios de tiempo a algunos curacas para beber la chicha). En el solsticio de invierno sucede el día más corto y la noche más larga del año.
Durante la época incaica, ese hecho revestía fundamental importancia, pues era el punto de partida del nuevo año, que se asociaba con los orígenes de la propia etnia inca. Garcilaso de la Vega nos dice que era ésta la principal fiesta y a ella concurrían «los curacas, señores de vasallos, de todo el imperio [...] con sus mayores galas e invenciones que podían haber». Por lo tanto, era también una festividad con alto contenido político porque legitimaba la sujeción de los pueblos sometidos al estado inca. Así, los representantes de los pueblos conquistados reiteraban su lealtad al emperador. La preparación de la festividad era estricta, pues en los previos «tres días no se comía sino un poco de maíz blanco, crudo, y unas pocas de yerbas que llaman chúcam y agua pura. En todo este tiempo no encendían fuego en toda la ciudad y se abstenían de dormir con sus mujeres». Para la ceremonia misma, las vírgenes del Sol preparaban unos panecillos de maíz.
Ese día, el soberano y sus parientes esperaban descalzos la salida del sol en la plaza. Puestos en cuclillas, con los brazos abiertos y dando besos al aire, recibían al astro rey. Entonces el inca, con dos vasos de madera, tomaba dos grandes vasos de oro que llaman aquilla, llenos del brebaje que ellos beben. Brindaba la chicha de Jora: del vaso que mantenía en la mano izquierda bebían sus parientes; el de la derecha era derramado y vertido en un tinajón de oro. Después, todos iban al Coricancha y adoraban al sol. Los curacas entregaban las ofrendas que habían traído de sus tierras y luego el cortejo volvía a la plaza, donde se realizaba el masivo sacrificio del ganado ante el fuego nuevo que se encendía utilizando como espejo el brazalete de oro del sacerdote principal. La carne de los animales era repartida entre todos los presentes, así como una gran cantidad de chicha, con la que los festejos continuaban durante los siguientes días hasta terminar la festividad

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