La batalla por Assange

La batalla por la liberación de Julian Assange es política, cultural y judicial.

Opiniones07/05/2024 Por Santiago O´Donnell
Assange

Empieza con la falsa noción de que Assange robó información sensible perteneciente a los Estados Unidos. La información no se puede robar. Se sabe o no se sabe, se accede a ella o no se accede a ella. La información no tiene dueño. Los gobiernos y las corporaciones utilizan distintas herramientas legales e informáticas para prevenir que cierta información sea conocida por fuera de un círculo cerrado de personas supuestamente autorizadas a acceder a esa información. Por ejemplo, los gobiernos y las corporaciones imponen y utilizan leyes de delitos informáticos, tipificando el acceso no autorizado a cierta información. También utilizan una combinación de firewalls, encriptación, claves secretas, huellas digitales y un largo etcétera para complicar el acceso a sus servidores y plataformas. Todo esto se hace invocando el derecho a la privacidad. Pero ese derecho tiene un límite, que es nuestro derecho a informar libremente y a estar informados. Ese derecho también tiene carácter legal en las democracias del mundo y en muchos casos, incluyendo Argentina, rango constitucional. Esta tensión entre el derecho a la privacidad y el derecho a estar informado hasta ahora se ha resuelto castigando a quien obtiene la información de acceso protegido por la ley, pero dejando libre de culpa a quien la publica. Gracias a esta protección al periodismo es que se ha podido conocer información de interés público que ciertos gobiernos y corporaciones preferían mantener oculta.

En el caso de Assange, él publicó en Wikileaks información provista por Chelsea Manning, quien fue apresada, juzgada, condenada y subsecuentemente perdonada por haber obtenido dicha información y haberla compartido con Assange para que sea publicada. El gobierno de Estados Unidos, claramente afectado y expuesto por la publicaciones de Assange, buscó un castigo ejemplificador para que otros periodistas no sigan sus pasos. Al no poder acusarlo de publicar, lo acusa de espionaje. O sea, acusa a Assange de formar parte de una asociación ilícita dedicada a espiar o robarle información a Estados Unidos. Para plasmar dicha acusación el gobierno de Estados Unidos, a través de su Fiscalía General, parte de la falsa premisa de que el sitio de publicaciones de Assange no es un medio periodístico. El Congreso de Estados Unidos ha definido a Wikileaks como “un servicio de inteligencia privado hostil”.

Pero claro, publicar no es lo mismo que espiar. Publicar, como su palabra indica, es un acto público. Espiar, en cambio, es un acto privado. Implica acceder a información para ser entregada de forma confidencial a un gobierno o corporación a cambio de dinero o algún beneficio. Volviendo a cómo Estados Unidos define a Wikileaks, lo de “servicio de inteligencia” no tiene sustento porque no se conoce prueba alguna de que Assange haya hecho otra cosa con la información a la que accedió que no sea publicarla. Otras publicaciones, incluso algunas prestigiosas como la centenaria revista The Economist, cuentan con unidades de inteligencia que le venden informes periodísticos a clientes privados, pero no es el caso de Wikileaks. En cuanto a “hostil”, bueno, a nadie le gusta que otra persona acceda y revele información que te deja mal parado. Pero convengamos que se trata de un término muy subjetivo, sobre todo si se usa para describir la publicación de una información verdadera y de evidente interés público. Y en cuanto a “privado”, al menos es una admisión de que hasta el propio gobierno de Estados Unidos reconoce que Assange no es agente de ningún gobierno enemigo.

 Cárcel de Belmarsh, donde está alojado Assange.
Desde hace cuatro años Assange está preso en una cárcel de máxima seguridad en Gran Bretaña con pedido de extradición desde Estados Unidos, que lo acusa de haber violado provisiones de la Ley de Espionaje de ese país, con cargos que conllevan una pena de hasta 170 años en prisión. Si Assange es extraditado casi seguramente será condenado porque sería sometido a un juicio por jurado en el este de Virginia, el corazón mismo de la comunidades de inteligencia y seguridad nacional de Estados Unidos. Pero no debería ser extraditado. Primero, porque no es un espía. Segundo, porque el delito de espionaje en cualquier sistema judicial democrático es considerado un delito político. Y los delitos políticos no son extraditables. Ni en Estados Unidos ni en Gran Bretaña, ni en el tratado de extradición entre ambos ni en ningún país de Occidente.

También habría que considerar los argumentos humanitarios. Assange lleva cuatro años enjaulado. Se le mantiene 23 horas diarias en soledad y tiene 45 minutos para hacer ejercicio en un patio de cemento. Antes debió permanecer encerrado en tres habitaciones de la pequeña embajada de Ecuador en Londres durante siete años con el mismo propósito de no ser extraditado a Estados Unidos. Semejante régimen ha generado un severo deterioro físico y mental en Assange que ha sido criticado por el Grupo de Trabajo contra las Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas y por el Relator Especial para la Tortura de la ONU.

Hasta ahora el gobierno y la justicia de Gran Bretaña le han dado curso al pedido de extradición, anteponiendo intereses geopolíticos y convicciones ideológicas a lo que indicarían la jurisprudencia y el más elemental sentido común. Lo han hecho en un proceso largo, tortuoso y opaco, con idas, vueltas, demoras y restricciones para la defensa. Pareciera que el objetivo es estirar la extradición y por lo tanto la estadía de Assange en una celda aislada y segura. Hasta que se quiebre, se rinda, se vuelva loco o se muera.

Es difícil imaginar que un gobierno demócrata como el de Joe Biden quiera juzgar a Assange en Estados Unidos y así exponerse a un enfrentamiento con el New York Times, el Washington Post y los defensores de la Primera Enmienda constitucional que garantiza la libertad de expresión. Tampoco es imaginable que Biden deje libre a un personaje que viene siendo demonizado desde hace una década por los halcones de Washington, los medios conservadores y buena parte de Hollywood. Por eso no parece casualidad que todo el mandato de Biden haya transcurrido sin que se resuelva la situación de Assange. Distinta es la postura que tomaría Donald Trump, el favorito en las elecciones de noviembre. Se supone que a Trump le encantaría armar un circo y mandar a la hoguera al zurdito que le mojó la oreja al complejo militar industrial y los servicios de inteligencia. Y si el espectáculo lo lleva a enfrentarse con los “liberals” del Times y el Post, tanto mejor.

Pero no va a resultar tan fácil la extradición de Assange. Todo parece encaminado para que el próximo round judicial, apelación de Assange mediante, se dé en la Corte de Derechos Humanos de Europa, con sede en Estrasburgo. Allí es probable que Estados Unidos tenga menos injerencia que en Londres y Assange más chances de ganar. Pero de ahí a sacar a Assange de la cárcel inglesa…difícil. Si bien aun después del Brexit Gran Bretaña sigue siendo parte del sistema europeo de justicia y reconoce a sus cortes internacionales, el caso Assange ha demostrado que en cuestiones que afectan su relación bilateral con Estados Unidos, el interés geopolítico la puede llevar a tomar decisiones judiciales y ejecutivas cuanto menos cuestionables.

En medio de esta compleja trama política, judicial y cultural crece un movimiento mundial que trabaja en todos los frentes para que Assange sea liberado, entendiendo que lo que está en juego es el derecho a estar informado, pilar fundamental del sistema democrático. Desde lo cultural es importante entender que Assange no es un espía ni robó información. Desde lo judicial, que los delitos políticos no son extraditables. Y desde lo político, ponerle un límite a un Estado poderoso que intenta imponer un gigantesco acto de censura mundial es casi una cuestión de supervivencia para nuestras golpeadas y cuestionadas democracias.

Te puede interesar
que raras la tierra

¡Qué rara la Tierra!

José Albarracín
Opiniones07/11/2025

Aunque cueste creerlo, el mercado de las tierras raras es en realidad muy poco significativo en términos económicos. Ese sector representó una cifra ridícula si se la compara con el mercado de la energía y hasta con el del café.

campaña del miedo

Otra campaña del miedo

Por Demián Verduga
Opiniones06/11/2025

La elección legislativa que ganó de manera contundente Javier Milei se presta para muchos análisis. Algunos pueden ser más profundos: interrogantes sobre si la sociedad argentina se ha transformado en su composición y valores de un modo que todavía no se alcanza a dimensionar. Es posible.

Cumbre

Cumbres, saqueos y promesas: 1492 - 2025

Por Mauricio Cornaglia
Opiniones04/11/2025

No se puede confiar en las cumbres que no cumplen. No serán los ricos que hablan de transicionar sino los pueblos quienes tomen las decisiones. Cinco siglos atrás no había transiciones, hoy son excusa para la continuidad del despojo y el saqueo. Sólo buscan nuestros bienes comunes para sostener sus ganancias, a costa de tanta vida.

Pais ultrajadso

El país ultrajado

Por Silvana Melo
Opiniones31/10/2025

El país como un páramo vacío de almas. Los conquistadores vuelven al desierto a quedarse con las entrañas de la tierra. Quedó en claro que las urnas no son herramientas de transformación sino de fraude emocional. Ahora el país, el que habitarán nuestros niños, es una zona de sacrificio en manos del prostituyente que la compra.

Lo más visto
que raras la tierra

¡Qué rara la Tierra!

José Albarracín
Opiniones07/11/2025

Aunque cueste creerlo, el mercado de las tierras raras es en realidad muy poco significativo en términos económicos. Ese sector representó una cifra ridícula si se la compara con el mercado de la energía y hasta con el del café.

Municipalidad Morteros

La elección nacional y los movimientos locales

Miguel Peiretti
Locales07/11/2025

Morteros es una de las pocas ciudades en la que los libertarios perdieron en la elección, pero no significa que los dirigentes locales no visualicen una proyección hacia el 2027. Además el resultado proyecta a Sebastián Demarchi, si él así lo resolviera en ocupar alguna candidatura a nivel provincial para el 2027.

Suscríbete gratis al Boletín Informativo para recibir periódicamente las novedades