
Miramar de Ansenuza condensa la resiliencia de un pueblo empeñado en ser un atractivo turístico contra los designios de la naturaleza. La joya peronista del norte cordobés, digna de una novela de realismo mágico latinoamericano.
Miguel Hesayne, fue obispo emérito de Viedma, destacándose por su compromiso social y por su tarea en defensa de los derechos humanos. Escribió esta carta en la década del noventa
Opiniones28/03/2024Por Miguel Hesayne *
Porque un cristiano es discípulo de Jesús cuyo mandamiento –eje de todo su mensaje– es el amor solidario, expresado en su sentencia lapidaria: «La felicidad está más en dar que en recibir» (Hechos 20,23).
Porque el perfil cristiano se define por la participación equitativa. Desde que Dios se hizo un hombre, llamado Jesús, la conducta de toda persona humana tiene el modelo de una existencia plena y realizadora de una convivencia en armonía pacífica. (...)
No se puede ser cristiano y neoliberal.
Porque el modelo de todas las actividades humanas del cristiano es Jesucristo y Jesús se presenta en su Evangelio como el «hombre para los demás...». La personalidad cristiana madura consiste en un «darse» y el Espíritu que la anima y desarrolla es el mismo Espíritu que animó a Jesús en su paso por esta tierra... Es el mismo Espíritu del Resucitado que impulsa a cada cristiano a buscar alternativas sociopolíticas para que en el lugar donde vive vayan surgiendo signos de una sociedad fraterna, justa, solidaria. De lo contrario, defrauda a Jesucristo, que cuenta con lo limitado y poco de cada uno de sus discípulos para construir el «todo» de nueva sociedad que Paulo VI llamó la «civilización del amor». Hay que pensar globalmente y obrar localmente.
Por el contrario, el sistema neoliberal –sistema socioeconómico, político y hasta cultural– en su misma dinámica interna busca, primariamente, el bienestar individual sin relación a los demás... sin relación al prójimo. Por eso, su política económica tiene como objetivo principal, y no pocas veces exclusivo, la acumulación de bienes y está animada a ultranza del espíritu de lucro, es decir, del deseo de obtener ganancias indefinidamente crecientes. Esto provoca la rivalidad y lucha entre los individuos para conseguir las mayores ganancias posibles y hace tender siempre hacia el monopolio que representa el máximo de libertad propia y el máximo de limitación ajena. Y también del espíritu de racionalización, es decir, se aprecia todas las cosas y las personas en función de rendimientos y costos financieros.
No se puede ser cristiano y neoliberal.
Porque el espíritu del neoliberalismo es diametralmente opuesto al Espíritu Santo, el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu que da la Vida y que configura el «ser cristiano». Es opuesto al «plan de Dios de liberar a todos los hombre y a todo el hombre». No niega a Dios y hasta invoca a Dios pero no es al Dios de Jesucristo.
De ahí, que no se puede anunciar a Jesús y llamar a convertirse al Evangelio, en forma real y concreta, sin denunciar la perversidad del sistema neoliberal. Por eso, en un país en el que se implanta el sistema neoliberal:
Se engendra la muerte social creando la clase de los excluidos por la desocupación que siembra.
Unos pocos pudientes, en poder y dinero, marginan fríamente a una mayoría sobrante.
Se deshumaniza la técnica y se vacían de contenido humano los progresos económicos que en un proyecto cristiano han de ser puestos al servicio de todos en equitativa distribución.
Se altera y corrompe la libertad y la democracia porque no van acompañadas de los valores de la justicia y la verdad y el amor solidario.
Se impone en forma inflexible y dogmática la «ley del mercado» a tal punto que, de hecho, se niega alternativa alguna de convivencia comunitaria a causa de la absolutez de los intereses privados de una minoría omnipotente y muchas veces «secreta».
En definitiva –por un «efecto dominó»– se violan todos los derechos humanos que permitan vivir en dignidad de persona humana. En fin, no se puede ser cristiano y neoliberal porque la Fe Cristiana promueve la cultura de la vida y la ideología neoliberal, en su realización histórica al menos, es la antesala de la muerte para una mayoría excluida de trabajo y vivienda digna, de salud, educación, alimentos básicos y recreación necesaria.
Con verdad, se negó identidad cristiana a grupos católicos pro marxistas; por la misma razón se ha de negar identidad cristiana a los católicos pro neoliberales. Los primeros levantan la bandera de la justicia pero sin libertad y desde la lucha de clases. Los segundos en nombre de la libertad «en una concepción economicista del hombre, consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos», denuncia el papa Juan Pablo II en su Exhortación Postsinodal.
En la Argentina actual se denuncia la marginación y empobrecimiento de la población. Pero no se denuncia suficientemente y en forma concreta y clara y desde la fe en el Evangelio de la Vida, que la raíz de la injusticia social que padecemos con sus consecuencias de inseguridad y violencia está en la política económica neoliberal que vienen adoptando nuestros dirigentes desde hace ya varias décadas. Con un agravante del «doble discurso» de algunos gobernantes que cumplen con prácticas religiosas y aplican a rajatabla el sistema neoliberal. Frente al neoliberalismo, «la mejor respuesta –afirma Juan Pablo II– es el Evangelio...» y por eso, insta a que los pastores dediquemos «un mayor esfuerzo en la formación ética de la clase política».
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