
El debate sobre la reforma laboral, que ha vuelto a surgir tras las elecciones legislativas, puede ser una gran oportunidad para darle paso a una innovación y modernización necesaria a varios sectores. Pero ningún cambio debe poner en riesgo la columna vertebral de la justicia social: los derechos laborales.







La pauta no es la sospecha de algunos, infatigables, conspiracionistas o terraplanistas. Es de una evidencia desconcertante, y emerge muy claramente de los documentos y propuestas que circulan. En el silencio absoluto (o casi absoluto) de los medios de comunicación. Y en la aquiescencia supina de la (llamada) opinión pública.









