La vida fuera de las agendas del debate

El debate presidencial –el primero y el segundo- es la fotografía viviente del divorcio. Hay una agenda temática que juega al como si y que se arroga la preocupación por el destino de un país en el que hay 20 millones de empobrecidos que ya no saben siquiera qué trole hay que tomar para seguir.

Opiniones18/10/2023 Claudia Rafael
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(APe).- La agenda de los debates es ajena al sufrimiento. Está acotada al servicio de los contrincantes, con guiones ya establecidos en los que nadie se despeina demasiado. La médula discursiva de los posibles gobernantes está preestablecida para continuar con el statu quo. Y dar continuidad a esquemas de poder en los que las víctimas sistémicas seguirán hundidas en los mismos sitiales de desigualdad y olvido.
Hay un país de más de 46 millones de habitantes de los que la tercera parte vive hacinada en el 0,47 % del territorio nacional. Casi 16 millones de personas amontonadas en los 13.285 kilómetros cuadrados de ese extraño espécimen llamado AMBA (Area Metropolitana de Buenos Aires). Mientras la densidad poblacional nacional es de 16 habitantes por kilómetro cuadrado, en el AMBA roza los 1200. Una asimetría que esconde infinitas complejidades. Y que responde a aquellos viejos llamados de décadas atrás que prometían trabajo y bienestar para quienes se atreviesen a dejar sus provincias para ir a golpear a la puerta de las oficinas de dios. Un dios que fue viendo crecer y crecer los alrededores de su despacho en desmedro de la calidad de vida. Hoy ya nadie sabe dónde hay un dios que cobije los sueños, los que fueron quedando hechos jirones entre el cemento de las calles y las casitas apiladas malamente.
El último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Universidad Católica Argentina) analiza la evolución de la desigualdad en las condiciones de vida para el AMBA entre 2010 y 2022. Una docena de años que tiene en sus tramos finales a la pandemia de Covid que disparó lo que antes ya venía abonando. Con una inequidad atroz que no hizo más que profundizarse. En todo el territorio metropolitano hay una evolución heterogénea entre los distintos sectores sociales que da cuenta de una profundización de las carencias 7 veces más alta en los sectores bajos (respecto del Medio Alto) y 4 veces más chances de incremento en el Medio que en el Medio Alto.
Cuando el análisis de la UCA divide al AMBA en dos “el Conurbano en 2010 superaba 2,7 veces a la Ciudad en cuanto a hogares con carencias y la relación creció a 3,3 veces en 2022”.
Si la perspectiva es la cantidad de carencias (que analizan inseguridad alimentaria, falta de viviendas, agua corriente, cloacas, energía, hacinamiento o déficit en el servicio sanitario) la diferencia según los estratos sociales es rotunda. “Durante el período estudiado, entre el 67% y 80% de hogares del estrato Medio Alto poseyó sólo una carencia, mientras que entre el 64% y el 83% del estrato Bajo siempre tuvo 3 o más carencias”.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires –como se llama a sí misma o se autopercibe- o “la Capital” –como se la conoce en el resto del país- “entre 2010 y 2022 ha disminuido en un 3,7% su nivel de pobreza inicial, mientras que en el Conurbano aumentó en un 53%”. Y, si se compara Capital y Conurbano, “en 2010 había una proporción de hogares pobres 3,3 veces mayor en el Conurbano” que en 2022, aumentó a 5,2 veces.
El debate presidencial –el primero y el segundo- es la fotografía viviente del divorcio. Hay una agenda temática que juega al como si y que se arroga la preocupación por el destino de un país en el que hay 20 millones de empobrecidos que ya no saben siquiera qué trole hay que tomar para seguir.
Varios de esos millones sudan cotidianamente la vida en ese símbolo que es en sí mismo el Conurbano Sur. Allí donde transcurrieron algunos de los grandes eventos de la historia nacional: desde las grandes luchas de los trabajadores a los piquetes o el crimen de Darío y Maxi, en la estación de trenes que hoy lleva sus nombres. Allí donde los obreros de la carne, de las curtiembres y de las metalúrgicas marcharon en el 45 para exigir la liberación del líder que marcaría los ritmos y las respiraciones del país. Allí donde don Torcuato Di Tella fundaba en la primera década del siglo pasado ese emblema industrial que supo ser la SIAM.
En ese Conurbano sur, gastado, con cifras apabullantes de pobreza, con siete de cada diez niños por debajo de sus filas, nacieron también otros emblemas que hoy son símbolo de la política más atroz y perversa. Como Martín Insaurralde, del que hoy quieren despegarse todos como en la mancha venenosa. Vade retro satanás, nadie reivindica ya su nombre… al menos por un tiempo prudencial. Hasta que las arenas movedizas se calmen.
Como tantos de sus intendentes y referentes políticos que dirigen los destinos de sus ciudades pero eligen vivir y mover sus pasos al ritmo de la Ciudad Autónoma. Con departamentos o casas en Puerto Madero, Recoleta o cualquier otro rincón de la gran meca. Mientras en sus territorios (el de Grindetti o Kravetz, por caso) una niña de 11 años se levantó como cada día para ir a la escuela y fue asesinada simplemente para robarle el celular.
Hay un ellos y un nosotros que queda al desnudo en los debates. En que se monologa y se chicanea en ese país aparte que se construyeron lejos del sufrimiento que cala hondo en los márgenes.
Algún día, como escribió Gelman en su Oración al desocupado, sucederá que voy (iremos) a agarrarme la rabia y a afilarla para pegar y voy a gritar a sangre en cuello.

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