La casta eran los estudiantes

Un informe de la Defensoría del Pueblo determinó cuánto le cuesta a una familia enviar a estudiar un hijo a la Docta. El impacto de “los foráneos” en el PBI provincial. ¿Cuánto aumentó el gasto durante el primer año de gestión libertaria? ¿Cuántos estudiantes son de otras provincias y cuántos del interior cordobés? Testimonios para entender lo que está pasando.

Opiniones08/02/2025 Por Mattias Meragelman
La Casta era los estudianteas

Martín Caparrós escribió en el comienzo del siglo un libro que se llamó “El Interior”. Ese texto pretendía reflejar la realidad del país tomando en cuenta la diversidad de escenarios y al mismo tiempo ser una foto de la Nación en los primeros años posteriores al estallido del 2001.
Cuando le tocó describir a la Córdoba de hace 20 años, el autor de “La Voluntad” marcó un elemento central: su influencia en el resto de las ciudades –especialmente del norte del país- por la presencia universitaria.
Caparrós mencionaba que para las familias acomodadas de muchas ciudades del interior Córdoba era sinónimo de vida universitaria, de tiempos de estudio y juventud, que se repetía de generación en generación como un legado no solamente académico sino también social, de estatus y pertenencia.
En el mes de diciembre del 2024 se necesitaron entre $400.000 y $1.200.000 mensuales por persona que no tiene familia en la Docta para poder estudiar en los claustros del Obispo Trejo. El dato surge del informe del “Costo de estudiar en Córdoba 2024” que elaboró –como todos los años- la Defensoría del Pueblo mediterránea.
La oscilación de precios se vincula de manera directa con las distintas opciones elegidas en rubros como alojamiento, alimentación y la universidad en la cual se cursa la carrera, porque la cuota mensual de una entidad privada dispara automáticamente los valores. También hay diferencias muy significativas según la zona elegida para vivir: alquilar un departamento en Nueva Córdoba tiene un costo base de $425.000 mientras que en otros barrios cercanos rondan los $329.000. Esa diferencia se traslada a expensas y servicios del inmueble. Los barrios más elegidos por los jóvenes son Nueva Córdoba, Iponá, Güemes, Jardín, Alberdi y Centro.
En materia de alimentación, el informe estimó que "un joven necesitó aproximadamente de $134.400 mensuales para cubrir sus gastos básicos". Para los estudiantes que asistieron a la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), se aplicó una alternativa económica de almorzar en el Comedor Universitario por $1.800 diarios. Diferente es la realidad de quienes comen en sus viviendas, bares o restaurantes.
Esta medición de consumo se realiza todos los años y un año antes (en noviembre del 2023 antes de la devaluación de “Toto” Caputo) indicaba que se necesitaban entre $150.000 y $650.000 para vivir y estudiar en Córdoba. Es decir que solamente en un año el costo para los estudiantes de La Docta aumentó más del triple: 166%.

“No hay plata”

En 2023 el Ministerio de Ciencias y Tecnología determinó que en Córdoba había un total de 337.086 estudiantes en las 12 universidades radicadas en el territorio provincial, tomando en cuenta las 708 carreras de grado y pregrado que están disponibles. La Universidad Nacional de Córdoba, de Río Cuarto, de Villa María, la Universidad Católica de Córdoba y la Siglo XXI son las que reúnen mayor cantidad de estudiantes.
De ese total de estudiantes, el 70% eran cordobeses, el 28,3% de otras provincias y el resto extranjeros. Allí aparece un dato que es clave en lo económico: el 30 % de los estudiantes que no viven en la provincia aportan recursos al circuito económico cordobés. Es el dinero que envían sus familias para pagar el alquiler, comer y movilizarse, entre otras necesidades. Tomando como base el informe de la Defensoría del Pueblo, el ingreso de dinero procedente de estudiantes de otras provincias superaría los 50.000 millones de pesos solamente en la ciudad capital. A esta inyección económica se suman los sueldos de los docentes y no docentes (el principal gasto del sistema universitario) que son pagados por el Estado nacional. Son recursos que indirectamente ingresan en el PBI provincial pero son financiados por el Estado nacional.
Pero la proyección es aún mayor si se suma a los estudiantes del interior cordobés, que también pagan alquileres, alimentación y transporte para vivir en La Docta. Aunque no son fondos que llegan desde otras provincias, suponen un mayor movimiento económico para ciudades como Córdoba capital, Río Cuarto y Villa María.
Según un informe de la Universidad Nacional de Córdoba, el 50% de los cordobeses que estudian en sus aulas estudiantes viven en la capital provincial, pero el 20% llega desde el interior de la provincia. 
La estadística dice que los inscriptos en de 2024 apenas superaron a los ingresantes de 2023, aunque el verdadero impacto del nuevo escenario económico libertario recién se verá en éste 2025 que recién comienza.  Del número de ingresantes y su procedencia dependerá el impacto económico de una “industria” de la que poco se habla –la de los estudiantes- pero que tiene una fuerte incidencia en la economía provincial.
Brecha salarial La licuadora y la motosierra hacen prever una baja en la migración de estudiantes a Córdoba. Al repasar los salarios del interior del país se evidencia que la Universidad le queda cada vez más lejos a los hijos de trabajadores de otras provincias.  El salario mínimo de un empleado público de La Rioja, por ejemplo, llega a los 505.000 pesos, el salario promedio de un estatal salteño es de 1.100.000 pesos y en Catamarca el salario mínimo docente es de 420.000 pesos. Con esos números, la posibilidad de financiar un hijo o hija (ni hablar dos) en territorio cordobés es poco menos que una quimera.  
La idea romántica del estudiante que vivía en una pensión se fue desmoronando junto a las casonas de Nueva Córdoba, que devinieron en modernos edificios con pileta en la terraza. Hoy los estudiantes  de La Docta utilizan amenities y toman café en Starbukcs.
El otro gran cambio de los últimos años fue el crecimiento de la cantidad de universidades en el resto del país. Mal que le pese a la ex gobernadora María Eugenia Vidal, durante el kirchnerismo se crearon 18 nuevas universidades, que provocaron una merma en la migración de estudiantes –sobre todo bonaerenses- hacia las universidades más tradicionales.
No fue el único proceso que desalentó la llegada de estudiantes a las tierras de Deodoro Roca. También creció la oferta de nuevas carreras en las universidades que ya existían. En 1998 un informe precisó que entre los estudiantes que venían desde otras provincias a cursar sus estudios en Córdoba los jujeños picaban en punta. Pero la Universidad Nacional de Jujuy informó que en los últimos cinco años su matrícula creció un 45%. El mismo proceso se da en las Universidades Nacional de La Rioja y Catamarca. La ecuación es sencilla: a más alumnos en esas universidades, menos en Córdoba.

Miedos

Emilio es un empresario riojano que tiene tres hijas. La mayor se irá a estudiar a Córdoba en dos meses. Al comentarle los datos recogidos para este informe, pone algunos reparos: “Los números que me contás no me cierran, me parece que es un poco más, y eso que mi nena va a estudiar en la universidad pública. Depende mucho de cada chico y lo que gasta. Me sorprende la disparidad de precios que muestra el informe, quizás es por esto mismo de la elección de gastos de cada uno”.
“Me preocupa lo mismo que siempre le preocupa a un padre que manda a su hija a estudiar, para colmo es la primera. Pero también me preocupa qué costo tendrán las cosas en uno o dos años, más allá de los números actuales, porque tengo que pensar en una carrera de por lo menos cinco años y si soy sincero, me estoy arriesgando en mandarla a estudiar sin la certeza de hasta dónde podré pagar ese dinero”, agrega.
Horacio, empleado público catamarqueño, aporta también su experiencia: “Mi hija arrancó en el 2022 en Córdoba. Primero vivía con sus abuelos en un barrio, cuando la cosa se complicó por la convivencia, se terminó yendo con unas amigas que conoció en la Facultad y viven en el centro, tres chicas en un departamento. El 2024 fue terrible porque el precio del alquiler se me fue por las nubes, pero la seguimos peleando”, explica.
El hijo de Emanuel estudia Diseño en la Universidad Siglo XXI. En 2022 optó por la modalidad a distancia para no moverse de la localidad en la que vive en el interior de Córdoba. “Nuestro pueblo tiene 15 mil habitantes, más allá de lo económico también pesó el tema de la inseguridad. Nos pareció que no era una mala idea la virtualidad, gastamos lo mismo en la cuota de la Universidad y nada en alojamiento y comida. Además tiene la opción de hacer la segunda parte de la carrera de manera presencial, ya veremos”, se sincera.

Universidad sin estudiantes

El año 2024 cerró con muchos debates alrededor del nivel de imagen positiva del presidente Javier Milei y la poca reacción de los sectores más afectados por el feroz ajuste implementado desde que asumió el poder. Escribir sobre el mundo universitario sin mencionar que fue el único sector que se movilizó masivamente para cuestionar al Gobierno nacional sería limitar el análisis. Más allá de las imágenes multitudinarias que dejaron las diferentes movilizaciones por las calles de todo el país, un dato objetivo anticipa el problema que se viene: El presupuesto 2025 no fue tratado por el Congreso Nacional.
La marcha de octubre reclamó un aumento de los recursos para este año. En todo el año pasado, las universidades recibieron recursos con un esquema de gastos que se planificó en octubre de 2022. Si el Congreso no trata el presupuesto 2025 estaremos ante el mismo escenario por segundo año consecutivo, con cifras absolutamente desfasadas por efecto de la inflación. Todo indica que el año que comienza también estará marcado por el conflicto universitario.
En “El Interior”, Caparrós remarcaba que para las burguesías provinciales enviar a sus hijos a estudiar a la Docta no solamente se vinculaba con lo académico, sino también con lo aspiracional como símbolo de estatus. “Mi hijo estudia en Córdoba” era  una frase que mezclaba orgullo, expectativa y sentido de pertenencia. Dos décadas después el mapa económico profundizó sus aspectos negativos. En un país que acrecentó la desigualdad social de la mano de las ideas libertarias, estudiar en la Casa de Trejo se volvió un privilegio de unos pocos, de una casta.

La nueva casta de los estudiantes

Pensar la universidad en el siglo XXI no se restringe a los planes de estudio y las nuevas modalidades virtuales de educación. Es entender que podemos estar frente al comienzo de un nuevo tiempo en la ciudad y la Provincia, en el que los estudiantes cambien el mate por los frapuchinos.
Aunque hoy la palabra libertad esté vilipendiada, a 106 años de la Reforma Universitaria, una de sus premisas adquiere inusitada vigencia: “Los dolores que quedan son las libertades que faltan”.

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