En el país del sí me acuerdo (II)

En el país del sí me acuerdo el hambre  era un problema. En el país del no me acuerdo es una solución. Todas las formas de precarización, de penuria, de miseria están fría y cruelmente planificadas. No son errores, no son excesos, no son fallas, no son equivocaciones.

Opiniones15/05/2023 Alfredo Grande
el pais

(APe).- La semana pasada escribí lo que ahora me doy cuenta que era la primera parte de este texto. Es un analizador de que siempre el presente re significa el pasado. O sea: transforma, cambia, modifica, amplifica la perspectiva y el sentido de lo que pasó.  Si esta perspectiva del país que sí me acuerdo tiene validez, seguirá promoviendo recuerdos. Pero entramos en la inquietante zona de las paradojas.
Lo que no me acuerdo del país del sí me acuerdo quizá haya preparado las condiciones para el país del no me acuerdo. Lo cual nos lleva a la conclusión de que no hay neutralidad posible.  Y mucho menos en el recuerdo, que viene a ser algo así como los átomos de la memoria histórica.
Sabemos: hay una historia oficial, siempre funcional a la cultura represora. Y hay otras historias, muchas, diferentes, que intentan y muchas veces logran inventar y descubrir otros sentidos. Sentidos no represores: creativos, descubridores, inventores, incluso mágicos. La paradoja nos sigue interpelando.  Una de las historias oficiales,  la historia liberal del centralismo democrático de la ciudad de Buenos Aires, pertenece al país del sí me acuerdo. La semana trágica también. Un ensayo de lo que fuera décadas después el atroz terrorismo de estado. La ley de residencia. La masacre de peones de lo que se conoció como  la Patagonia rebelde. O sea: en el país del sí me acuerdo se incubó lo que terminó siendo otro país: el país del no me acuerdo.
Como decía mi santa madre: “esas tormentas trajeron estos lodos”. El país del sí me acuerdo no es un país idealizado. En algunos sentidos, podría ser un país ideal.  Pero tampoco. Es un país donde se peleaba y se discutía por los problemas reales. O sea: los derivados de las condiciones objetivas y materiales de la producción de la vida. Donde la militancia no era un deber, pero era un deseo. Donde se luchaba para que vuelva y se luchaba para que no se vaya. Donde no había grietas mentirosas sino que se ponía en superficie la lucha de clases. Verdaderas. Y la cultura represora como estrategia permanente busca, y lamentablemente encuentra, el sepultamiento de la lucha de clases.  Desde el mito de la comunidad organizada, hasta las diferentes formas de terrorismo de estado.
En el país del sí me acuerdo el hambre  era un problema. En el país del no me acuerdo es una solución. Todas las formas de precarización, de penuria, de miseria están fría y cruelmente planificadas. No son errores, no son excesos, no son fallas, no son equivocaciones.  Son daños colaterales y frontales de los diseños que los dueños reales del mundo planifican durante décadas.
En el país del sí me acuerdo sabíamos que éramos colonia y queríamos ser patria. En el país del no me acuerdo seguimos siendo colonia, y apenas intentamos ser una colonia lo más próspera posible.

En el país del sí me acuerdo, la conciencia de clase estaba en la superficie. La contradicción entre capital y trabajo sólo podía resolverse con mecanismos revolucionarios. En el país del no me acuerdo, el capital ha destruido el trabajo.  Algunos llaman a esto flexibilización laboral. El trabajo ya no es un derecho, sino que es un milagro. Los trabajos necesarios para no morir superan largamente las 8 horas,  con lo cual los reclamos de los mártires de Chicago siguen vigente.
En el país del sí me acuerdo había historias, y casi todas dignas de ser contadas.  En el país del no me acuerdo hay fake news y youtubers.
Pienso que este país del no me acuerdo  (hoy se habla de “fingir demencia”) debe ser enfrentado sin concesiones. Cada uno tendrá el país del sí me acuerdo que se merece. Pero sostendrá sin duda alguna que el recuerdo y la memoria implicada son también armas de toda revolución. En el país del sí me acuerdo  las Marchas de los Chicos del Pueblo no serán parte del pasado.
Serán la mejor parte del futuro.

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