El pibe que pintó su propio cielo

En un sistema de encierro desprovisto de cielos, Dylan pintó el propio. Le puso azules y estrellas. Y una luz que le fue arrebatada, como a tantos pibes. A él le llegó el libro de Julián Axat sobre el diario de los pibes en las cárceles. Y pudo construirse el cielo.

Opiniones01/05/2023 Julián Axat
pinta el cielo

Un nadie con cielo cotiza mucho más que la bala que lo puede matar (Refrán tumbero)
(APe).- Siempre me impresionó que un Centro de encierro de adolescentes en la provincia de Buenos Aires llevase el nombre de un poeta. Qué diría Pedro Bonifacio Palacios, más conocido como “Almafuerte”, si se enterase que su nombre se relaciona con un lugar de encierro. Yo creo, por sus poemas, que hubiera preferido la libertad, a la que le canta mirando el cielo: “(…) Como del fondo mismo de los cielos / el sol eterno rutilante se alza, / como el seno turgente de una virgen / al fuego de la vida se dilata”.
Pero la reja a veces sorprende, porque de golpe algo se descoloca y no sabemos de qué lado está la realidad: de adentro, de afuera, en la reja misma… Resulta que por estos días una educadora del Centro Almafuerte me escribe por las redes y me cuenta que un pibe allí encerrado leyó el libro que publiqué hace poco: “Diario de un defensor de pibes chorros”.  Allí narro la historia de los astrónomos comprometidos que intentan entrar a las cárceles y exigen el cumplimiento del derecho a ver la noche estrellada. También hablo de la historia de los presos políticos chilenos durante la dictadura de Pinochet, que viajaban con sus ojos por la inmensidad nocturna del desierto de Atacama, tal como lo cuenta Patricio Guzmán en su film Nostalgia de la luz. Y la inolvidable Ana Diego, estudiante de astronomía, a quien la sobreviviente Emilce Moler vio calcular el día y la hora según la posición de la luz desde un ventanuco de la mazmorra del Pozo de Quilmes, antes de desaparecer para siempre en 1976 y reaparecer bautizada en 2014 como el asteroide «Anadiego N°11441».
La educadora del centro en cuestión me escribe: “Hola Julián. Este pibe es el que leyó tu libro y eligió tener su propio cielo. Gracias!.”
En la foto que me envía se ve su camastro y la ventana enrejada.
Encima, su luna inmensa, y su noche estrellada.

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