Democracia impura

Se cumplen 40 años desde la restauración del régimen constitucional en 1983. La democracia argentina acumula desilusiones, fracasos y hartazgos. Está llena de promesas incumplidas. Pero lo que se viene lejos de apuntar a la reparación, vislumbra la acumulación de las decepciones y frustraciones.

Opiniones 07/12/2023 Miguel Peiretti Miguel Peiretti
40 años democracia

El aniversario de las cuatro décadas lo transitamos lejos del clima que imaginaron los depositantes de las aspiraciones de quienes iniciaron la construcción de la restauración democrática. Están en juego valores básicos sociales al elegir el sálvese quien pueda, en la que los poderosos van a tener la libertad de imponer a su antojo las leyes del capitalismo salvaje. 
 «La democracia sería una ficción para el niño, el hombre o la mujer con el cuerpo y la mente apagados por la insuficiencia de alimentos», expresaba Raúl Alfonsín cuando presentaba el Programa Alimentario Nacional PAN, implementado para atender la pobreza ocasionada por la devastación económica de la dictadura.
El primer presidente democrático de los nuevos tiempos decía que «con la democracia se come, se cura y se educa», pero pasaron 9 periodos democráticos y de un 20 – 25 % de la pobreza pasamos a superar el 40 % y otra gran parte con riesgo de pasar a integrar en el corto plazo el grupo de los caídos del sistema, haciendo que quienes viven en esas condiciones sociales, la democracia sea una ficción como consecuencia del trabajo desarrollado para debilitarla.
Esta situación es consecuencia de haber mantenido en estos 40 años como eje los lineamientos económicos impuestos por la dictadura, con 420 leyes del régimen de facto sin modificar entre ellas la Ley de entidades financieras, el Código Aduanero, la Ley de inversiones extranjeras o el régimen de exportaciones de productos agrícolas.
Es la verdadera pesada herencia que significo ajustes, subordinación a las políticas establecidas por el Fondo Monetario Internacional, privatizaciones, entrega de las riquezas nacionales, concentración de la riqueza, recortes salariales y despedidos atendidos por planes sociales que más tarde el mismo sistema se encarga de defenestrar en beneficio propio.
El psicoanalista y escritor Jorge Aleman al analizar los últimos acontecimientos expresó. «Hace tantos años que las fuerzas políticas no pueden cambiar la concentración de riquezas y el aumento de las desigualdades, produjeron una erosión tan grande que ha derivado que miles de personas con el solo hecho de otra oportunidad o que explote todo o no me quedaba otra, la idea del robo, con las vacunas nos roban, con las vacunas nos enferman, todo eso se fue súper poniendo y generó una mutación antropológica, una fractura de una dimensión incalculable»
Los primeros años de la naciente democracia con una economía que tuvo más derrotas que peleas luchas entabladas contra el poder concentrado con militares carapintadas que provocaban levantamientos para hacer tambalear la democracia para terminar en 1989 con un golpe de mercado.
Llegaba la promesa del salariazo y revolución productiva, significando la entrega de los resortes nacionales de las decisiones junto a la entrega de las joyas de la abuela en medio de la profundización del individualismo, del sálvese quien pueda. Época en que algunos se llenaban los bolsillos y muchos debían montar piquetes para visualizar la liquidación de fuentes de trabajo al abandonar la democracia la idea del bien común.
Más tarde la Alianza de radicales, liberales, peronistas y sectores de centro izquierda mantuvo prolijamente el sistema que obligaba al trueque para la subsistencia para terminar en diciembre de 2001, con el corralito con muertos y estado de sitio.
En el 2003 se instauró un veranito que permitió la recuperación de derechos y una mejor distribución de la riqueza por unos años, pero la falta de políticas de empoderamiento del pueblo dio paso nuevamente a lo más rancio del capitalismo disfrazado de sensible
El peronismo reunificado prometió «volver mejores», para enfrentar las calamidades de la herencia macrista, con una pandemia que ponía el mundo pata para arriba, la sequía y los conflictos internos sosteniendo una política de concentración puso a más del 40 por ciento de la sociedad debajo de la línea de pobreza. Ese nivel de fracaso y desilusión hizo que el 55 % de la sociedad resolviera acompañar al poder concentrado.
Javier Milei rodeado del peronismo neoliberal conocido en la década del noventa como menemismo junto al macrismo y a un sector del radicalismo con la firme intención de completar su obra de privatizaciones entre ellos el Banco Nación que logró zafar de la liquidación de los 90 como instrumento para quedarse con los campos, además de las riquezas energéticas y minerales vienen a completar la obra de la entrega del país.
No estamos frente a un periodo de democracia que viene a brindar herramientas para el bienestar de las mayorías, sino que se trata de empresas dominantes, medios de comunicación aliados, especuladores financieros que timbean el país, buitres que quieren apropiarse de las riquezas en hidrocarburos, minerales y la actividad agraria.
La democracia argentina acumula decepciones, frustraciones y hartazgos. Está llena de promesas rotas. Pero la reivindicación de las políticas de la dictadura y el genocidio, la concentración de la riqueza en pocas manos y la entrega de las decisiones nacionales no son el camino para la reparación de las fallas que el sistema experimento hasta aquí.
Dejar el simulacro representativo y nuestro individualismo para construir una democracia participativa plena, es la herramienta que facilitará el tránsito hacia la construcción de la sociedad que queremos con equidad.

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