A pesar de las denuncias, la sigue hostigando: «Me encerró, ahorcó y golpeó, vivo asustada»

Una mujer denuncia que su expareja sigue acosándola a pesar de las medidas judiciales que le prohíben comunicarse con ella

Sociedad01/01/2023Redacción RegionalisimoRedacción Regionalisimo
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Mónica tiene 49 años y lleva diez días sin dormir. Según cuenta, el jueves de la semana pasada su expareja la encerró, ahorcó y golpeó. A la noche, mientras ella intentaba recuperarse de las patadas y cachetadas, él -dijo- estaba bailando en un conocido local de Rosario, ciudad donde ocurrieron los hechos

Tal contó en diálogo con Conclusión, luego de algunas actitudes violentas y maltratos verbales, el lunes 19 de diciembre decidió cortar el vínculo con el hombre de 57 años con el que mantenía una relación hacía algo más de dos meses, y llevarse toda la ropa de su casa.

«Venía ya todo muy denso y áspero. En los días siguientes me siguió molestando; llamándome al trabajo y esperándome a la salida. Trabajo en el sanatorio de Niños y esos días tuve que salir sí o sí con una compañera hasta la parada o esperar a que él se vaya; o ver si estaba o no afuera. Siempre andaba con ese miedo», recordó Mónica ante este medio.

«Dije ‘bueno, voy a intentar conversar con esta persona para tratar de llegar a algún acuerdo’. Así que me buscó, me subí al auto y me llevó hasta una estación de servicio, donde charlamos y estaba muy tranquilo, algo que me pareció raro. Después me llevó a su casa de Nuevo Alberdi para poder hablar, ya que en la mía vivo con mis hijos», explicó.

Al ingresar a la vivienda, la actitud del hombre dio un giro de 180 grados. «Entramos y me quiso sacar el celular, así que empezamos a discutir. Quería ver qué tenía, porque decía que yo había estado con alguien. En ese momento, me agarró la calza que tenía puesta; me la bajó y metió los dedos en mi vagina para ver si estuve con otra persona. Ahí pudo arrancarme el teléfono y encerrarse con él», repasó.

Según relató Mónica, el hombre cerró con llave una de las habitaciones y comenzó a revisarle el celular. Así estuvo durante unos diez minutos, hasta que salió para pegarle e insultarla.

«Cuando dejó de ver el celular me pegó una cachetada en la oreja y la parte de atrás (de la cabeza). No fue una piña; me dio con la mano abierta. Ahí me mareo; caigo al piso, y comienza a pegarme patadas. Después logré incorporarme y volvió a pegarme, pero del otro lado de la cara», detalló.

En un momento, la mujer consiguió apartarse y correr hasta el baño, pero el agresor la alcanzó, empujó la puerta, la jaló de los pelos y la tiró nuevamente al piso para seguir pegándole patadas.

«Después comenzó a decirme ‘andate de acá’; a insultarme y a tirarme agua con una botellita. ‘Agarrá tus cosas; tu teléfono y te llevo a tu casa’, me decía. Así que fui para el comedor y ahí me agarró del cuello y me levantó. Traté de sacarle la mano para que no me siga asfixiando. Luego me dejó de pegar y subí al auto, con un susto inmundo, porque no sabía qué iba a pasar cuando esté arriba», lamentó.

«Luego -siguió-, al llegar a la esquina de mi casa, Bulevar Seguí y Provincias Unidas, el señor me deja en la esquina, no dobla. Mi hijo de 30 años ya me estaba esperando en la puerta. Cuando trato de bajar el pie del auto, este hombre arranca porque lo ve, y casi caigo (del vehículo). Cuando frenaba e intentaba bajar, aceleraba de nuevo; no podía bajar. Hacía como si fuese a arrancar. Si bajaba, me iba a tirar».

Mónica finalmente consiguió bajar y el hombre, al ver que el hijo de la mujer venía corriendo, se dio a la fuga. Llamaron al 911 e hicieron todas las denuncias. Incluso consiguieron una perimetral para que no pueda acercarse a la casa de la víctima ni a su lugar de trabajo. Tampoco tiene permitido comunicarse por mail, Facebook ni ninguna otra red social.

Aun así, Mónica asegura que el camino para llegar a esa instancia no fue sencillo: «Fui a Tribunales y me tuvieron de acá para allá desde las 7.15 hasta el mediodía. Me hicieron tres papeles de oficio y uno tuve que llevarlo a la comisaría a la que él corresponde. Él vive en Nuevo Alberdi y tuve que ir igual. Le pregunté a la chica (de Tribunales) si no podía llevar la nota a la comisaría 19, que es la que me corresponde, para que ellos la lleven y no tenga que acercarme a su casa, ya que podía verme, pero me dijeron que no. ‘Esto es así’, contestaron».

Finalmente, Mónica salió de su trabajo, tomó un taxi, se dirigió a la comisaría que le indicaron, y le pidió al conductor que la esperara en la puerta con el objetivo de volver lo antes posible. En total, tuvo que pagar 3.800 pesos para reducir al máximo las chances de cruzarlo.

«Tuve que hacerlo yo al trámite. No se movieron de ningún lado; no me dieron bolilla. Me siento desamparada. Quiero que hagan algo, porque el señor está libre, tranquilo, y desde aquel jueves que estoy descompuesta, con vómitos. Todavía sigo igual, hoy (por este viernes) incluso no fui a trabajar. Estoy con un estrés espantoso», cuestionó la denunciante.

El hostigamiento sigue

Mónica cuenta que las medidas tomadas hasta el momento no hicieron cesar los llamados -que ahora llegan desde números privados que no atiende-, e incluso cuentan con una novedad: ahora también llama la actual pareja del hombre, que insiste en saber si es verdad que la relación entre Mónica y su expareja terminó.

«Después del jueves, me siguió llamando desde números privados, pero no lo atiendo. No puedo cambiar el número por si llaman del Juzgado o tengo alguna novedad. A todo esto, la mujer con la que está ahora me llama por teléfono. Eso pasó ayer (por el pasado jueves). Ella quiere saber si estoy con él y el caradura le dio mi contacto», repudió.

«La hija -agregó- me dijo que el hombre le hacía lo mismo a su mamá, así que el tipo tiene antecedentes. Ya ha golpeado a otras mujeres. Hoy tampoco fui a trabajar porque no estoy durmiendo bien a la noche, tengo miedo. Duermo asustada; me levanto asustada, viendo si está el auto afuera. Salgo del trabajo y veo si está o no. Siento que va a aparecer en algún momento. Aparte el tipo es re loco, está desquiciado. No pasa por lo tóxico, este hombre está enfermo, no es normal».

Mónica además contó que la misma noche de aquel jueves 22 que la encerró, golpeó y ahorcó, el hombre salió a bailar como si nada hubiera pasado en las horas previas. «Mi hermana, que no sabía lo que había pasado, lo vio bailando en La Cautiva. Este tipo anda por la vida tranquilo y yo estoy pasando por esto», concluyó.

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