La Paquita y su efímero tapiz rosado

La Paquita. En el noreste de Córdoba —ya casi llegando a Santa Fe—, la plaza del pueblo de mil habitantes se tapiza de color rosa.

Sociedad 16/02/2024 Por Soledad Sgarella y Romina Bocco
La Paquita

(La Tinta) Enero. Punta del Diablo. En el norte de Uruguay —ya casi llegando a Brasil—, la villa costera del país vecino se salpica del mismo color después de un día entero de garúa finita.
Casi llegando al verano, las Habranthus gracilifolius, «azucenas de campo», «azucenas del río» o simplemente «azucenitas» —entre otros nombres populares— pintan de blanco y rosa jardines, plazas, canchitas, patios y veredas de distintas zonas de Sudamérica. Pero es en La Paquita donde la especie herbácea, perenne y bulbosa, perteneciente a la familia de las Amarilidáceas, brota tan repentina como efímeramente, cuando la sequía da tregua y la lluvia es una bendición.
La localidad, situada en el departamento San Justo y a 231 km al este de la ciudad de Córdoba, es una de las puertas de entrada principales —ubicada en la costa sur de la Laguna de Mar Chiquita— al nuevo Parque Nacional Ansenuza.
«Desde finales de noviembre, cuando las lluvias de primavera dan paso a las de verano, esta flor llega a su punto máximo de floración. Cientos de miles de flores abren sus pétalos casi de manera sincronizada para brindar un paisaje surrealista, digno de cualquier postal«, dice Juan Carlos Mendoza, actual director de Turismo y Ambiente de la Municipalidad de La Paquita.
Mendoza es naturalista e intérprete del Patrimonio. Actualmente, además, es asistente de Coordinación y técnico de campo en el proyecto del Parque Nacional Ansenuza para la ONG Aves Argentinas. El especialista explica que esta flor se encuentra presente en Argentina y Uruguay, es ornamental por naturaleza y muy atractiva para mariposas, abejas y aves. Se propaga por división de bulbos y tiene usos en la medicina ancestral para afecciones de la piel. 
«Si bien la flor también se da en Uruguay, en la zona del arco sur o margen sur de Mar Chiquita se produce este fenómeno de sincronización en el florecimiento, particularmente en la franja compuesta por localidades que van desde Balnearia hasta Morteros. Pero en el arco compuesto por Altos de Chipión y La Paquita es mucho más evidente», afirma Juan Carlos.
Las azucenas de campo duran un par de días y están siempre relacionadas al agua. Mucha gente manifiesta que anuncian lluvia. Fernando Ércole, responsable del área de cultura de La Paquita, dice que «no hay casa ni patio donde no tengamos de esas flores», y hace hincapié en lo pasajero de la existencia de las Habranthus gracilifolius. «Aparecen siempre después de las lluvias copiosas y es una belleza, gratis y efímera… porque es poco el tiempo que uno tiene para disfrutarlas. Quizás son dos o tres días, y luego el sol las quema. Otra particularidad que tienen esas flores es que las tenés que dejar ahí si las querés apreciar. No podés cortarlas y llevarlas a tu casa porque, apenas las cortás, se marchitan… Es para disfrutarlas donde están y el momento más lindo para eso es cuando está nublado, porque cuando sale el sol fuerte, se cierran».
Jesús Bocco, vecino de la localidad, detalla que les dicen también «flores de sapo» porque «se comportan como ellos que, cuando salen de noche, un día o dos después, llueve». Y agrega: «Hace mucho también les decían la ‘florcita de víbora’, porque sale de noche como tiro. El día anterior no hay nada y a la mañana aparecen de golpe, pero duran un par de días y se pierden. Algunos decían que salen cuando la atmósfera está baja… por eso, marcan lluvia».
«Cuando era chica, ya estaban en el predio del ferrocarril. Salen en esta época, en el verano, en tiempos de lluvia. Hubo un momento en el que no aparecieron más, posiblemente por las grandes sequías. Nosotras, de pequeñas, jugábamos siempre, las juntábamos. Salen en clima lluvioso y no duran nada, tienen esos pétalos finitos… parecen papelitos», relata Mirtha Berisvil, otra vecina del pueblo.
María del Carmen Arrienta, oriunda de la zona y que vive en la ciudad de Córdoba hace muchos años, comenta que no tiene recuerdos en su infancia de una cantidad similar de flores como en la actualidad y destaca que «alguna que otra salteada puede ser, pero esa alfombra rosa que se ve últimamente yo no tenía registro».
Aunque la temporada estival esté ya en sus finales, la sequía empiece a vislumbrarse otra vez y el panorama político anuncie aridez, ya lo dijo Pablo Neruda: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera». Habrá que planificar un viaje para La Paquita a fines de año, rogando que las azucenas del campo auguren mejores tiempos.

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