A 41 años del 2 de abril: Malvinas es mucho más que Malvinas

En ocasión del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, junto con la honra y el respeto por la entrega de las vidas de nuestros caídos en defensa de la soberanía nacional, es importante también recordar que no asistimos a unas efemérides congeladas en el tiempo y cuyas consecuencias han sido superadas. Más bien todo lo contrario.

Opiniones 01/04/2023 Miguel Ángel Trinidad
El-Argentino-Islas-Malvinas

La Cuestión Malvinas –como ámbito de responsabilidad del Estado nacional en los frentes de la política exterior, la Defensa nacional, y la educación en todos sus niveles- y la Causa Malvinas –esta que abreva y se nutre de la ciudadanía, de la memoria y la historia que la escriben los pueblos- están más vigentes que nunca, y no solo por valores que hacen a nuestra identidad argentin, sino también porque las secuelas o consecuencias de la consumación de la invasión del 14 de junio de 1982 están más a la vista hoy que hace cuatro décadas.

La discusión sobre los objetivos de la dictadura cívico militar que realizo la recuperación temporal de nuestras islas, ya ha sido superada no solo por la sabiduría de la población que siempre distinguió entre la legitimidad de nuestros derechos y la ilegitimidad de gobierno de facto, sino por el imperio de la realidad que tenemos en nuestro Atlántico Sur.

La presencia militar y aero naval descomunal –con serios visos de sospecha de presencia de componentes nucleares- de un país extra regional en nuestros espacios marítimos e insulares y que se yergue como una amenaza a nuestro territorio continental, como así también a la región sudamericana, en un área declarada por las Naciones Unidas como Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur, en la Resolución 41/11 de la Asamblea General de las NN.UU., en 1986, y ratificada con posterioridad por el principal organismo multilateral del mundo, es la prueba más irrefutable de que la paz está amenazada.

Del igual manera desde 1982 a la fecha, el principal organismo hemisférico, la Organización de Estados Americanos (OEA), aprueba en cada Asamblea General una Resolución sobre la Cuestión Malvinas donde se llama a ambos países a establecer un diálogo, negociación y solución pacifica sobre la disputa entre ambos países.

Por su parte la Argentina no representa ninguna amenaza militar a la potencia ocupante de los espacios insulares y marítimos referidos. De hecho tenemos –en relación al PBI, espacio geográfico y densidad poblacional- el presupuesto más bajo de Defensa del hemisferio. La paz no es al Estado argentino algo declarativo: es una conducta sostenida.

El permanente reclamo de llamado al dialogo a la potencia ocupante, no solo realizada por la Argentina, sino respaldada por todas las instancias que conforman el andamiaje de la comunidad internacional, mundial, hemisférica y regional, es sostenida por la vocación de paz de nuestra nación. Sin embargo, vemos que los archipiélagos y zona de influencia (el puente geopolítico de entrada a la Antártida y al paso interoceánico), muestran una descomunal presencia militar extra regional a contrapelo de los llamados al diálogo, negociación y solución ya referidos.

A los argentinos que siguen increíblemente esgrimiendo argumentaciones tales como que las islas son solo dos rocas, o que no necesitamos territorio o que podríamos haberlas canjeado por las vacunas en la pandemia, les decimos que porque son dos rocas es que la potencia ocupante tiene uno de los mayores despliegues militares fuera de su territorio; porque son dos rocas, depredan la riqueza ictícola del Atlántico Sur, conceden licencias ilegales de prospección petrolera, y sin pausa ni dudas, van fortaleciendo desde la Islas Malvinas, su presencia en la Antártida donde además se superpones zonas donde ambos países tenemos bases.

La Cuestión Malvinas en cuatro décadas fue domesticada en beneficio de la potencia ocupante, salvo algunos periodos donde la política exterior ha sido consecuente con lo estipulado en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional donde se ratifica “su legitima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser integrante del territorio nacional”.

La reciente declaración del canciller argentino sobre el fin de vigencia de la Declaración conjunta conocida como “Acuerdo Foradori Ducan”, que no tenía categoría de tal, pero cuya implementación practica era solo beneficiosa para el país invasor, llego algo tarde, pero llego, eso es lo importante.

El lema acuñado el año pasado por el Poder Ejecutivo: “Malvinas nos une”, define con claridad y contundencia los deseos de la ciudadanía argentina. Asimismo, estaría pendiente dejar sin efecto o denunciar otros Acuerdos y memorándums de Entendimiento asumidos con el país con quien tenemos la disputa de soberanía.Pero la Causa Malvinas jamás fue domada. Abundan las pruebas de ello.

Después de más de cuatro décadas de la finalización de la Campaña de Malvinas, nuestros niños y jóvenes siguen honrando la memoria de los caídos en 1982, siguen oyéndose en los canticos futboleros –el último mundial fue testigo de ello- referencias al país que usurpan nuestros archipiélagos. En cada rincón del territorio continental argentino se hallan plazas, calles y monumentos alusivos a los caídos y a la Causa Malvinas.

Allí donde el Estado -por falta de coherencia en los objetivos nacionales a través de algunos gobiernos de turno- no dice presente, lo hace la ciudadanía sea con expresiones artísticas, deportivas, o sencillamente recordando que Malvinas es más que Malvinas, pues desde la Cuestión y Causa Malvinas se abre el espacio a consolidar de la Argentina bi continental, allí está la fuente de alimentación que otorga la riqueza pesquera, los yacimientos petrolíferos de la plataforma continental, y el continente del futuro a proteger de la depredación y la guerra: la Antártida.

Ojala que la alternancia política que produce el cambio de gobernantes mantenga uniformidad como política de Estado a la recuperación pacifica de nuestras islas, y consolide una agenda nacional acorde a los intereses de la patria, que están por encima de las diferencias político – partidarias.

Es hora de que la Cuestión Malvinas sea asumida desde las fuentes de donde abrevan: si la Patria nació en 1810, su gestación se inicio con la resistencia y expulsión de los invasores a Buenos Aires en 1806 y 1807 en la que criollos, pueblos originarios, afro descendientes, y algunos extranjeros protagonizaron esa página épica de nuestra historia previa a la independencia y conformación de Estado Nación de la actual Republica Argentina. Malvinas no es historia.

Malvinas es presente de manera multidimensional: como factor identitario, como ámbito donde convergen las voluntades superando diferencias, como espacio de honra por quienes ofrendaron su vida, como escenario de desafíos científicos, investigación, fortalecimiento de una política exterior coherente y efectiva donde se concreten alianzas regionales, también como nuevo paradigma de la vocación de nuestros futuros hombres y mujeres soldados, suboficiales y oficiales donde las fuerzas armadas llamadas por la historia y por las leyes vigentes a ser defensores de la Soberanía Nacional, sean equipadas y modernizadas conforme a los desafíos que tiene nuestra Nación en varios ámbitos.

En suma, una política de Defensa y de Política exterior por y para la paz, pero con la firmeza y coherencia que nos otorga el Derecho Internacional y el concierto de la comunidad internacional que desea la paz con justicia.

Por Miguel Ángel Trinidad*

En ocasión del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, junto con la honra y el respeto por la entrega de las vidas de nuestros caídos en defensa de la soberanía nacional, es importante también recordar que no asistimos a unas efemérides congeladas en el tiempo y cuyas consecuencias han sido superadas. Más bien todo lo contrario.


La Cuestión Malvinas –como ámbito de responsabilidad del Estado nacional en los frentes de la política exterior, la Defensa nacional, y la educación en todos sus niveles- y la Causa Malvinas –esta que abreva y se nutre de la ciudadanía, de la memoria y la historia que la escriben los pueblos- están más vigentes que nunca, y no solo por valores que hacen a nuestra identidad argentin, sino también porque las secuelas o consecuencias de la consumación de la invasión del 14 de junio de 1982 están más a la vista hoy que hace cuatro décadas.

La discusión sobre los objetivos de la dictadura cívico militar que realizo la recuperación temporal de nuestras islas, ya ha sido superada no solo por la sabiduría de la población que siempre distinguió entre la legitimidad de nuestros derechos y la ilegitimidad de gobierno de facto, sino por el imperio de la realidad que tenemos en nuestro Atlántico Sur.

La presencia militar y aero naval descomunal –con serios visos de sospecha de presencia de componentes nucleares- de un país extra regional en nuestros espacios marítimos e insulares y que se yergue como una amenaza a nuestro territorio continental, como así también a la región sudamericana, en un área declarada por las Naciones Unidas como Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur, en la Resolución 41/11 de la Asamblea General de las NN.UU., en 1986, y ratificada con posterioridad por el principal organismo multilateral del mundo, es la prueba más irrefutable de que la paz está amenazada.

Del igual manera desde 1982 a la fecha, el principal organismo hemisférico, la Organización de Estados Americanos (OEA), aprueba en cada Asamblea General una Resolución sobre la Cuestión Malvinas donde se llama a ambos países a establecer un diálogo, negociación y solución pacifica sobre la disputa entre ambos países.

Por su parte la Argentina no representa ninguna amenaza militar a la potencia ocupante de los espacios insulares y marítimos referidos. De hecho tenemos –en relación al PBI, espacio geográfico y densidad poblacional- el presupuesto más bajo de Defensa del hemisferio. La paz no es al Estado argentino algo declarativo: es una conducta sostenida.

El permanente reclamo de llamado al dialogo a la potencia ocupante, no solo realizada por la Argentina, sino respaldada por todas las instancias que conforman el andamiaje de la comunidad internacional, mundial, hemisférica y regional, es sostenida por la vocación de paz de nuestra nación. Sin embargo, vemos que los archipiélagos y zona de influencia (el puente geopolítico de entrada a la Antártida y al paso interoceánico), muestran una descomunal presencia militar extra regional a contrapelo de los llamados al diálogo, negociación y solución ya referidos.

A los argentinos que siguen increíblemente esgrimiendo argumentaciones tales como que las islas son solo dos rocas, o que no necesitamos territorio o que podríamos haberlas canjeado por las vacunas en la pandemia, les decimos que porque son dos rocas es que la potencia ocupante tiene uno de los mayores despliegues militares fuera de su territorio; porque son dos rocas, depredan la riqueza ictícola del Atlántico Sur, conceden licencias ilegales de prospección petrolera, y sin pausa ni dudas, van fortaleciendo desde la Islas Malvinas, su presencia en la Antártida donde además se superpones zonas donde ambos países tenemos bases.

La Cuestión Malvinas en cuatro décadas fue domesticada en beneficio de la potencia ocupante, salvo algunos periodos donde la política exterior ha sido consecuente con lo estipulado en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional donde se ratifica “su legitima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser integrante del territorio nacional”.

La reciente declaración del canciller argentino sobre el fin de vigencia de la Declaración conjunta conocida como “Acuerdo Foradori Ducan”, que no tenía categoría de tal, pero cuya implementación practica era solo beneficiosa para el país invasor, llego algo tarde, pero llego, eso es lo importante.

El lema acuñado el año pasado por el Poder Ejecutivo: “Malvinas nos une”, define con claridad y contundencia los deseos de la ciudadanía argentina. Asimismo, estaría pendiente dejar sin efecto o denunciar otros Acuerdos y memorándums de Entendimiento asumidos con el país con quien tenemos la disputa de soberanía.Pero la Causa Malvinas jamás fue domada. Abundan las pruebas de ello.

Después de más de cuatro décadas de la finalización de la Campaña de Malvinas, nuestros niños y jóvenes siguen honrando la memoria de los caídos en 1982, siguen oyéndose en los canticos futboleros –el último mundial fue testigo de ello- referencias al país que usurpan nuestros archipiélagos. En cada rincón del territorio continental argentino se hallan plazas, calles y monumentos alusivos a los caídos y a la Causa Malvinas.

Allí donde el Estado -por falta de coherencia en los objetivos nacionales a través de algunos gobiernos de turno- no dice presente, lo hace la ciudadanía sea con expresiones artísticas, deportivas, o sencillamente recordando que Malvinas es más que Malvinas, pues desde la Cuestión y Causa Malvinas se abre el espacio a consolidar de la Argentina bi continental, allí está la fuente de alimentación que otorga la riqueza pesquera, los yacimientos petrolíferos de la plataforma continental, y el continente del futuro a proteger de la depredación y la guerra: la Antártida.

Ojala que la alternancia política que produce el cambio de gobernantes mantenga uniformidad como política de Estado a la recuperación pacifica de nuestras islas, y consolide una agenda nacional acorde a los intereses de la patria, que están por encima de las diferencias político – partidarias.

Es hora de que la Cuestión Malvinas sea asumida desde las fuentes de donde abrevan: si la Patria nació en 1810, su gestación se inicio con la resistencia y expulsión de los invasores a Buenos Aires en 1806 y 1807 en la que criollos, pueblos originarios, afro descendientes, y algunos extranjeros protagonizaron esa página épica de nuestra historia previa a la independencia y conformación de Estado Nación de la actual Republica Argentina. Malvinas no es historia.

Malvinas es presente de manera multidimensional: como factor identitario, como ámbito donde convergen las voluntades superando diferencias, como espacio de honra por quienes ofrendaron su vida, como escenario de desafíos científicos, investigación, fortalecimiento de una política exterior coherente y efectiva donde se concreten alianzas regionales, también como nuevo paradigma de la vocación de nuestros futuros hombres y mujeres soldados, suboficiales y oficiales donde las fuerzas armadas llamadas por la historia y por las leyes vigentes a ser defensores de la Soberanía Nacional, sean equipadas y modernizadas conforme a los desafíos que tiene nuestra Nación en varios ámbitos.

En suma, una política de Defensa y de Política exterior por y para la paz, pero con la firmeza y coherencia que nos otorga el Derecho Internacional y el concierto de la comunidad internacional que desea la paz con justicia.

*Veterano de Guerra. Perteneció al Regimiento de Infantería Mec. 3 Gral. Belgrano. Estuvo desplegado al sur de Puerto Argentino desde el 11 de abril al 17 de junio de 1982. Co fundador del primer Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Capital Federal en 1982. Desde hace 30 años se desempeña como Funcionario Público Internacional en organismos multilaterales. Es miembro del Espacio de Reflexión La Malvinidad.

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