Para los viejos, palos y gases

Ochenta y siete héroes le pusieron un freno a los degenerados fiscales, dijo el presidente. Llamó héroes a las baratijas que compró por nada. Y degenerados fiscales a los que se animaron a votar una yapa infame para los viejos. 16.880 pesos por mes para los jubilados que cobran la mínima. Esa era la cifra inmensa que arruinaría el superávit fiscal. Todo les fue negado. A cambio, gases y palos.

Opiniones20/09/2024 Por Silvana Melo
Para los viejos palos

(APe).- La democracia argentina es letra muerta.
La mayor parte de la dirigencia es una baratija sin representación real. Comprable por monedas a un postor que la basurea, la usa, la tira y la prostituye ante la pasividad de las instituciones. Cáscaras vacías donde el estado sólo vive en las policías bravas y la justicia incondicional.
La democracia agoniza en papeles cajoneados mientras las dirigencias se desmarcan de la gente. De los sectores populares que cada vez están más solos y desprotegidos frente a la ascensión de la maldad, aunque el concepto en sí mismo parezca tan lejano de la sociología y la ciencia política.
Ayer los viejos fueron arrinconados por la baratija dirigencial que se vende por monedas a un postor que la trata de ratas pero que le tuerce el discurso con un pellizco en la dignidad ofreciéndole quién sabe qué espejos de colores que después le quitará. Porque en realidad los desprecia.
Los viejos por los que nadie se va a jugar porque los viejos se van a morir. Más temprano que tarde. Antes que todos, probablemente. Entonces es una pena el derroche de recursos en vidas que no producen, que no trabajan sino que dan trabajo, que se enferman, que consumen muchos medicamentos, algunos que se cronifican y los pretenden gratis. Los jubilados son una mafia, es verdad. Una mafia de más de setenta con la pretensión de vivir. Son millones de déficits caminando apenas con bastones y andadores.
Ochenta y siete héroes le pusieron un freno a los degenerados fiscales, dijo el presidente. Llamó héroes a las baratijas que compró por nada. Y degenerados fiscales a los que se animaron, tímidamente, a votar una yapa infame para los viejos. 16.880 pesos por mes para los jubilados que cobran la mínima. De $234.540 a $251.427. Más el bono eterno de 70.000 pesos que nunca aumenta pero que si se enoja el emperador, será abolido.
Esa era la cifra inmensa que arruinaría el superávit fiscal. Que, obviamente, pagaron los viejos, como corresponde. Si están para eso. No trabajan, gastan, fastidian. Y para colmo pretenden aumento y que se preserven los medicamentos gratis.  Por eso se les niega todo. Y, a cambio, palos y gases.
Sí se puede gastar 900 millones de dólares para comprar y reparar aviones chatarra de guerra. Para alguna eventualidad belicosa que no parece venir desde afuera.
O dos millones y medio de dólares en los doce viajes por el mundo en apenas ocho meses de gobierno casi exclusivamente para convertirse en líder de la ultraderecha planetaria. Mientras en el mismo lapso el mismo jubilado que cobra la mínima perdió el equivalente al 66% de su ingreso. Si alguien quisiera compensar semejante pérdida –algo improbable porque se perdería el dorado superávit- se le debería otorgar un aumento de casi 200.000 pesos.
Es inútil pensar en los impuestos que se quitan a los mega empresarios, etc. etc, porque son edificaciones ideológicas indiscutibles. Para el emperador la distribución de la riqueza es un horror, la construcción colectiva es una perversión y la justicia un vicio insostenible.
Los representantes de nadie que discuten pour la galerie en Diputados y en el Senado, cáscaras vacías desmarcadas de la gente, comprables tantos de ellos y humillables, cobran entre 4.500.000 y 7.500.000. Desconocen hambres y privaciones.
Mientras tanto hay un mundo abajo que intenta sobrevivir sin referencias ni representaciones.
Sin creer en nada ni esperar ángeles del cielo.
Millones como hormigas que van cayendo en una pobreza como una bolsa que crece y crece. Sin sueños ni rumbos para seguir.
Sabedores, acaso, de que el futuro es algo que viene ya. Y que hay que construirlo con el que sobrevive al lado. Y atrás. Y adelante.
Sin escuchar el discurso del espanto. Sin esperar mesías. Que ya no existen más.

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