
Los negocios del sistema crecen en los bancos con absoluta tranquilidad más allá de las masacres. Sean cuales fueran las razones de esas masacres: por el fentanilo adulterado o bien como consecuencia de las decisiones políticas de dirigentes que solamente buscan en la muerte una mayor cantidad de votos. Las masacres son partes inherentes a la continuidad de los negocios.







Una fila de militantes más jóvenes, agarrados de las manos, era lo único que separaba a los jubilados de los gendarmes, que estaban en posición de ataque, con una mano sosteniendo el escudo y con otra, el gatillo del gas pimienta. Finalmente, se sacaron las ganas y repartieron palos entre los viejos. Pero quien le puso la firma a las imágenes más violentas de la represión fue el curioso escuadrón de policías de jean que aparece cada vez que se aplica el “protocolo-antipiquetes” de Bullrich. Como borrachos envalentonados en un bar, se tiraron entre veinte a reprimir a un adulto mayor que estaba tirado en el piso y a perseguir a otros a las piñas y patadas, empujando a su paso a todas las señoras que se encontraban en el lugar. Mientras la tropa de gendarmes observaba la escena, bien de cerca, sin sacar el dedo de la lata de gas, en el Congreso, el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, debió suspender la sesión en donde rendía cuentas por la represión que se sucedía afuera.
Entre los libertarios aspiran - fieles a su idea de un país sin Estado -a volver al sistema donde el capital financiero administre los fondos de jubilaciones y pensiones. 










